domingo, 22 de marzo de 2015

Un buen capitán.

Escritos al aire, palabras que una vez fueron alguien y suspiros que ya no son nadie.Gotas de lluvia que recuerdan al sudor y a las lágrimas y viento encargado de borrar las huellas de ese nadie que una vez fue alguien. Manos amigas convertidas en puñales enemigos y puñales enemigos que, con el tiempo, pueden acabar siendo manos amigas. Relámpagos que se asemejan a esa luz al final del túnel pero no como señal de que todo va a acabar pronto, sino como señal de que aun queda mucho por llegar. Nuestra vida es como un barco en alta mar y nosotros, su capitán. No podemos predecir las olas ni su ferocidad, ni tampoco las tormentas ni su peligrosidad, pero podemos seguir navegando pese a las contrariedades hasta tierra firme alcanzar. Un buen capitán nunca dejará su barco a la deriva, ni que la ferocidad de las olas enturbie su destino o emborrone su camino. Un buen capitán navegará y navegará hasta alcanzar la mansa mar y entonces, solo entonces, quizá, se deje llevar por la seguridad del momento. Es de locos soltar el timón en un mar embravecido y de idiotas pensar en sobrevivir entre las gigantes olas del titán enfurecido. Un buen capitán siempre está alerta y nunca espera a que cese la tormenta, navega bajo ella sin miedo y sin perder el rumbo. Un buen capitán será valiente y tendrá el coraje necesario para dar la vida por cada uno de sus marineros. Un buen capitán sabe qué significa perder a un marinero por la popa y que es inútil lamentarse por ello. Y es que al igual que el mar y su oleaje, el capitán y sus marineros también son cambiantes. Al igual que el tiempo, que la dirección del viento o el color según se le refleje la luz. Somos constante cambio, y ahí reside la magia. El truco es no tenerle miedo a los cambios, porque ellos son los encargados de hacernos grandes. El mundo es de los valientes, de los fuertes, de aquellos capitanes que no se rinden ante el oleaje y que no le temen a un mar embravecido. El mundo es de aquellos que no creen en ese algo llamado destino. El mundo es de aquellos que luchan por seguir su camino, de aquellos que no miran atrás. Las mejores oportunidades llegan a aquel que las lucha y espera con paciencia su recompensa y, los mejores trenes, a aquellos que empezaron a andar por las vías y se subieron en marcha aun jugándose la vida. 

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