lunes, 27 de julio de 2015

¿Qué quieres que te diga?

¿Qué quieres que te diga? Si me muero por hacerte mía, si me matas cada vez que me miras, si me dejas sin aliento cada vez que suspiras. Si me quedo muda cuando te cruzas por mi camino, cuando apareces en mis senderos con copas y vino, cuando me asaltas y me envuelves como el aire que respiro. Si quieres le grito a mi mundo lo mucho que te deseo y lo hermosa que te veo, pero tendrás que perdonarme si te grito en el oído porque mi planeta son tus besos, sus mares son tus ojos y la vida es una canción que lleva el sello de tu voz. Si quieres desaparezco, me convierto otra vez en sombra de la noche y no me vuelves a ver, me borro de tu mapa tan fuerte que ni yo seré capaz de encontrarme. Si quieres me llevo los versos, las estrofas y los sonetos; me llevo la tinta y las plumas, los folios y los libros, me llevo a las musas y te dejo escribirle a la alegría; esa alegría que sé que tendrás cuando yo ya me habré ido. 

Que sin mí estarías mejor, o que quizá eso es lo que pienso, pero te quiero y quiero aprender a hacerlo bien. Aprenderé a quererte en la distancia, a quererte en la nostalgia y a quererte aun habiendo perdido la esperanza. Aprenderé a quererte a medias, a quererte aunque tú no me quieras, a quererte sin que duela. 

¿Qué más quieres que te diga? Si por mucho que lo intento en lugar de palabras me salen sonrisas, si tu gato me ha comido la lengua y tengo los dedos tan gastados de escribirte que me duele hasta rozar el papel.

¿Qué quieres que te diga? Si con palabras nada te digo, si con silencios hablo contigo, si todo te digo cada vez que te miro.  

domingo, 26 de julio de 2015

Venganza de corazones.

No se me olvidará nunca esa voz tuya, tan rota y desgastada como lo estaban tus promesas. No me olvidaré nunca de la delgadez de tus labios y la finura de la curva que dibujaba tu sonrisa. Y tampoco olvidaré tu risa a carcajadas ni tu manía por regalarme un beso cada vez que me enfadaba. Recordaré hasta el fin de mis días tu peculiar manera de caminar, y recordaré hasta el último aliento de mis memorias esas noches en las que tu cuerpo me invitaba a bailar.
Jamás he tenido tan cerca unos labios y he sido incapaz de besarlos. Jamás me he perdido en la infinidad de unos ojos y he creído haber dejado de mirarlos. Jamas he suspirado con el roce de unas manos. Jamás desde que desapareciste de mi vida.
Mentiría si dijera que no quiero que vuelvas, que ya he olvidado todas esas falsas promesas y que ya no quiero los abrazos que juramos darnos y que nunca nos dimos. Miento al decir que no quiero volver a oír tu rota voz, a ver tu sonrisa que tanto me embelesaba, ni a sentir que se me erice la piel cuando la rozan tus manos.
Tengo algodón entre los dedos y en las uñas de tanto arañar los cielos para entregarte en pedacitos cada uno de mis sueños.
Vuelve, porque ya no te quiero, porque quiero que el pasado llame a mi puerta jurando ser mejor que siempre y darle con la madera en las narices. Quiero que tu voz me alcance y me haga ver lo lejos que estaba y lo cerca que estoy de mis metas. Quiero que tu sonrisa vuelva y no se encuentre la mía de vuelta, que ya no tenga poder sobre mí tu risa.
Venganza, eso quiero. La venganza por haberte dado el cielo y que me llevases derecha al infierno. Venganza de un corazón que entregó todo hasta quedarse vacío, venganza de un corazón que esperando ser amado fue mortalmente herido.

sábado, 25 de julio de 2015

Te quiero.


Te odio tan fuerte como te amo. Te olvido tan a menudo como te recuerdo. Y te añoro con la misma intensidad con la que te sueño. 

Sin ti todo son abrazos rotos, versos a medias y palabras sin tinta.

Desde que te fuiste mi corazón no late de la misma manera, el sol tarda más de lo normal en asomarse a mi ventana y la luna ya no ilumina mis bailes porque no son contigo.

Desde que te fuiste se me olvidó vivir y camino entre recuerdos arañando paredes que me revelen cómo se vive sin ti.

Desde que sé que te quiero solo sueño con abrazarte, mi meta son tus besos y mi mayor deseo desnudarte el alma con una mirada.
Me quita el sueño pensar con acariciar tu piel, con enredar mis dedos en tu pelo y volar entre susurros hasta más allá del cielo.

Las musas solo me visitan cuando digo tu nombre y sangran mis heridas, cuando me duele el recuerdo de nuestro último y fugaz abrazo.

Tengo tu perfume tan clavado en mi mente y tus ojos tan clavados en mi alma que no puedo seguir caminando sin ti.

Me siento a esperarte, haciendo amagos de continuar con mi camino para ver si aceleras.
Pero tú sigues igual, a tu ritmo y por tu camino, ese que sigue una línea totalmente paralela a la del mío.

Para ti sigo siendo una sombra en la oscuridad de la noche, una pesadilla entre cientos de sueños, un tropiezo digno de un borrón y cuenta nueva.

Me olvides o no yo te seguiré recordando, y créeme si te digo que cada vez me da más miedo olvidarte, si cada vez me asusta más la realidad de no volver a mirarte.

Te adoro,  te lo recordaré siempre que lo olvides y siempre que finjas haberlo olvidado.


Te quiero, te lo diré hasta romperme la garganta, hasta que el viento se lleve todos mis susurros y no me queden fuerzas ni para un último aliento.

jueves, 16 de julio de 2015

Dejar de pensar, dejar de tener miedo.

Otra vez me he quedado sin jugar por el miedo a fallar. Quizá tenías razón cada vez que me llamaste cobarde y es verdad que juego a disfrazarme de valiente, a ocultar mi rostro tras una máscara que no revele lo que siento, que no revele el miedo que hay en mis ojos cada vez que te veo marchar. Porque tengo miedo a que vuelvas dos veces y te vayas tres, a perderme en una ciudad que me habla de ti, a no saber el destino sin ver tus huellas en mi camino. Tengo miedo de ir al mar y que la brisa me susurre tu nombre constantemente, de que la marea devuelva tu nombre al sitio del que tantas veces lo borró, de perderme en la esperanza que reflejan tus ojos y no saber salir de tu alma. Porque el amor también es miedo. Miedo a no ser lo que se busca, a ser un borrón en un historial amoroso, a ser un error en una vida que un día fue ajena, a ser la manzana podrida que echa a perder el resto, a ser la mina que destruya la fe en el amor, a ser ese clavo que por más que lo intentamos no podemos sacarnos. Quizá ha sido la distancia la que me ha hecho cobarde, la que me ha hecho débil, la que ha hecho que esté perdida sin tenerte como guía, la que me hace pensar que ya no nos cubre el mismo cielo y que ya no nos perdemos en el mismo firmamento. Que cada centímetro que nos separa se me clava, que las dudas son cada vez un poco más amargas, que cada sueño va agotando mis recuerdos y me aterroriza que llegue un día en el que no sepa ni tu nombre. 

Pensar, ese es el problema, que pienso más de lo que siento y así es imposible dejar de tener miedo. 

miércoles, 15 de julio de 2015

Carencias.

Quizá este vacío que siento dentro es porque cada vez me veo más lejos de tus besos. Quizá porque noto que lo que antes eran cien metros ahora son cien kilómetros. Quizá porque mis sueños se han quedado sin nubes en las que vivir, mis esperanzas gastadas y mis ilusiones rotas en mil pedazos, ilusiones que en cada trozo hablan de ti. Quizá este vacío viene motivado porque ya no corre sangre por mis venas, porque mi alma ya no encuentra motivos para romper las cadenas, porque mis ganas de ti quedaron apagadas al dibujarse imposibles en el horizonte encargado de unirnos. Porque ya no siento que estemos bajo la misma luna y las mismas estrellas, porque ya no siento que en algún lugar del planeta están tus huellas y que yo quiero ir con ellas, porque ya no tengo ganas de jugar a la guerra contigo, porque ya me he cansado de cumplir siempre la misma condena y sufrir siempre el mismo castigo: el de no tenerte. Como el mar sin la sal, la noche sin las estrellas, el cielo sin las nubes y el universo sin sus cometas. Incompleta, vacía, carente de vida y si me apuras hasta de alma. Carente de ganas, ausente, a medio camino entre la vida y la muerte. Como una canción sin acordes, una melodía sin compases, un poema sin estrofas y una estrofa sin versos. Como un mundo sin aire, una corazón sin latidos y una vida sin suspiros. Como Venecia sin agua, París sin la Torre Eiffel, Nueva York sin la estatua de la libertad. Que por mucho que me esfuerce sin ti nada puede ser igual a como era contigo, que le robaste estrellas a mi cielo y desde entonces no brilla igual el firmamento. Que a mi vida le faltan las ganas que te llevaste y a mis latidos, la fuerza que les daban cada uno de tus suspiros. Que a mi noche le falta tu luna, a mi mar le falta tu sal y a mi vida le falta la tuya. Que a mis textos les faltan tus versos, que a mis letras le faltan tus canciones a media voz; y que al mundo, niña, le falta alguien como tú y como yo. Amantes del verso y del texto, de escribir los sentimientos. Amantes de crear belleza partiendo de la tristeza, de adornar el mundo con nuestras letras y acabar de darle color a un lienzo que se quedó a medio pintar.

lunes, 13 de julio de 2015

Falsas promesas.

No sé por qué me sigo prometiendo que seré capaz de olvidarte si siempre me fallo, si aun no he despertado y ya te estoy recordando. No sé por qué sigo prometiéndole a la luna que no voy a volver a escribirle mensajes para ti si le fallo cada noche. No sé por qué sigo preguntándome cada noche qué me pasa contigo cuando la pregunta debería ser qué no me pasa contigo. Que me matan las ganas de pasar un segundo contigo, de escuchar tu voz solo un momento, de mirarte a los ojos aunque sea por última vez. Que me devora por dentro no saber la melodía de tu risa, ni saber a qué saben tus labios. Perdóname si me he metido en tu vida y ya no quiero salir, si me he enamorado tanto de tus vicios que ya no sé vivir sin ellos, si me he empeñado tanto en sanar tus heridas que he hecho que duelan ahora más que nunca. Perdóname por ser tu prisionera, por dejarme encadenar a las puertas de tu coraza, por empeñarme en montar guardia frente a tu corazón perdiéndome en lo que tiene dentro, dejando que mil puñales rasgasen las ya rasgadas paredes, que mil ladrones robasen los ya robados besos que escondías para mí. Perdona que te nombre sin nombrarte y que te llame sin llamarte, que te busque sin mirarte o que te acaricie sin rozarte. Perdona que la luna te acose con mis cientos de mensajes, pero estoy tan llena de ti y tan vacía de mí que necesito devolverte una parte del odio que te robé. Lo siento, de verdad, por gastar siempre mi tinta y mis folios en ti, por pensarte a cada instante, por no querer nunca dejar de mirarte. Lo siento, y lo sienten ellas, las estrellas, que me miran como tú solías hacerlo y me piden que te escriba, que vuelva a compartir con ellas y contigo que añoro aquello de que tu piel fuera mi abrigo, que mi corazón tiene un latido de menos desde que te fuiste y que vivo cuando duermes por miedo a no poder salir de ti, por no poder romper tus cadenas y cumplir siempre esta condena que es amarte. Que lo siento por quererte así, de esta manera, pero nadie me enseñó a hacerlo bien. Perdóname si cuando vuelvas decido no volver, huir incluso más lejos de ti, si no he aprendido a ser valiente, a olvidarte, a no pensarte. Perdóname si dejo sin tinta tus versos, pero escribo los besos que nunca te daré, los “te quiero” que jamás te diré, las caricias que jamás te entregaré. Perdóname pero escribo por ti y por mí, por esa historia de dos de la que solo formo parte yo.  

Tu destino, mi camino.

A lo que tú llamas Dios yo lo llamo vida. Al igual que lo que para ti significa destino, para mí tan solo es mi camino. Siempre me pareció de almas débiles o cobardes creer ciegamente que todo está escrito. Siempre me pareció una debilidad creer que somos marionetas de un señor llamado Dios, pero quizá es el único atisbo de esperanza, la única manera de seguir respirando, de las almas que han perdido hasta el sentido. Recurrir a Dios y a la gracia divina como única solución para aquellos que temen al suicidio pero ya se les ha acabado la vida. Como si fuera el último rayo de sol, la última noche con luna, la última estrella del cielo, la última gota de sangre, la última bocanada de aire, la última pizca de esperanza; como si Él fuese la salvación, como si viviésemos porque al Señor se le antoja, como si nosotros no fuésemos responsables de nuestros actos, como si no tuviésemos la potestad de elegir qué camino seguir, como si fuésemos ciegos y el más extraño de todos los seres nos guiara. Que en mi camino no existen altares ni tumbas, ni cielos ni infiernos, ni ángeles ni demonios. En mi camino existen tropiezos que yo misma supero, porque aprendo de mi error y no porque le ruego a un creador que construya los senderos por mí. Quizá no es debilidad, sino enfermedad. Quizá creer que existe un Dios es propio solo de las almas carentes del deseo de la vida. Vivir un hoy pensando en un cielo o un infierno, en un juicio en el momento exacto en el que mueres, en qué harás antes de tu último aliento para asegurarte una cama entre las nubes; quizá creer en algo que no ves, en que hay alguien que guía tu vida, en que alguien te creó a partir de barro, es símbolo de desprecio por la vida. Y no lo digo yo, ya lo dijo Nietzsche. 
Admiro a todos aquellos que tienen fe, que creen en algo que no ven, admiro que estén tan seguros de que hay alguien que maneja nuestros hilos cual marionetas fuéremos. Admiro a los que tienen fe en lo divino, porque yo tengo fe en ti y ni si quiera se han cruzado nuestros caminos. 

domingo, 12 de julio de 2015

(No) eres la única.

De repente me sonríes, justo cuando he decidido esconderme en las sombras de la noche. De repente miras a la nada buscándome. Y yo me dejo encontrar; porque siempre quise que me buscases, que te dejases el cuerpo y el alma en alguien que no fueras tú, que volvieses; porque siempre quise que me trajeses de vuelta cuando me negaba a volver. Porque siempre quise que una parte de ti, por pequeña que fuese, se acordase de mí. Siempre quise ser alguien diferente para ti, alguien de quién no hablases con casi nadie, alguien con quién hablar como no lo harías con los demás. Y quizá ese es el problema, esperaba ser tantas cosas para ti que me olvidé de quién era para mí. Es que... He soñado tantas veces con acariciar tu pelo que sé hasta su olor, he soñado tantas veces con probar un beso de tus labios que conozco hasta la textura de éstos, he soñado tantas veces con una mirada tuya que incluso sin tenerla soy capaz de ver todas y cada una de las heridas de tu alma. Quizá el problema sea ese, que he soñado tanto que me he olvidado de cómo vivir. Quizá el problema es que me he acostumbrado a guardar algodón entre mis dedos y me siento perdida cuando se me escapa de las manos. Que llevo tanto tiempo viviendo con los pies en el cielo que al aterrizar me he roto no solo los huesos, también el alma. Y ahora no soy capaz de vivir. No soy capaz de recordar que hay mundo más allá de tu risa, que hay aire más allá de tus suspiros, que hay camino más allá de tus huellas, que hay besos más allá de tus labios, que hay placer más allá de tus caderas... Que hay vida más allá de ti. No soy capaz de recordar que no eres el centro del universo, que no es por verte dormir por lo que sueño, que hay poesía más allá de tus versos, que hay sentimiento más allá de tus textos, que hay amor no solo en tus poemas. No soy capaz de recordar que no eres la única que escribe, que no eres la única que le da color a un mundo que cada vez tiende más al gris.

jueves, 9 de julio de 2015

Armas de doble filo.

Lo bueno de soñar será siempre estar dormido. Al igual que lo bueno de tener ilusión y esperanza es sentirse vivo. Es bonito cuando sueñas incluso despierto, cuando sientes que puedes arañar el cielo y guardar para siempre algodón entre tus dedos, cuando borras de tu diccionario la palabra "imposible", cuando te pones las alas y echas a volar. Lo malo de soñar es la ceguera, no sentir los muros hasta estamparse con ellos, despertar y darte cuenta de que nada fue real, ni si quiera lo que sentías en ese momento. Lo malo de volar es no tener nunca los pies en la tierra, que la mente nos lleve hasta el séptimo cielo y después caer, como aquel pájaro sin alas que no puede alzar el vuelo. Y las caídas duelen, a veces incluso matan. Que no hay tiritas para curar las decepciones, no hay manera de cicatrizar desilusiones, que duele creerte dueño del cielo y no ser dueño ni del infierno. Nos pensamos que la vida es un juego, que no es verdad eso de que te quemas si juegas con fuego, que las cosas son siempre como nosotros las percibimos y olvidamos que hay mil ojos ahí fuera que nunca verán lo mismo que tú. Encadenamos nuestra alma, vendamos nuestros ojos y, aun siendo ciegos, nos empeñamos en ser líderes de nuestro camino. Cerramos la mente y con ella la posibilidad de aprendizaje, cerramos los puños y con ellos la oportunidad de que una mano amiga nos levante. Queremos que nos entiendan sin pretender entender al resto y así nos va. Nos ahogamos en un mar de soledad al que nosotros hemos abierto el grifo, nos atragantamos al digerir todo el odio que nosotros mismos cocinamos, atacamos con cuchillos de doble filo y nos sorprende acabar siendo nosotros los heridos. Creamos corazas de odio, traición, desconfianza, celos, inseguridad y sobre todo miedo. Vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Somos conscientes de las corazas de hielo que tenemos y aun así nos negamos a pedir ayuda, porque vale más nuestro orgullo que cualquier calor que quiera deshacer nuestro hielo. Nos alejamos del fuego no porque queme, sino porque nos da miedo que al fundir el hielo acabemos siendo vulnerables. Amigo mío, no hay nadie más vulnerable que aquel que es dominado por sus miedos. Cariño, lucha por ser tu mismo, por no tener más tiempo el corazón helado, por cambiar el odio por el amor, la traición por la lealtad, los celos por la seguridad. Cielo, confía en ti tanto como lo hago yo, e incluso más. Quiérete más de lo que yo te quiero. Amor, fundamos nuestros hielos y corramos camino a la felicidad.

martes, 7 de julio de 2015

Uno más.

Uno más y uno menos. Uno más de muerte y uno menos de vida. Un par de escalones más y un poco menos de fuerza. Un par de sueños cumplidos y otros tantos por cumplir. Mil deseos por pedir y ninguno que no hable de ti. Deseos de esos que ahogan velas, de esos que pides por obligación o por tradición, por tener contentos a los que miran, de esos en los que no si quiera tú, protagonista, crees. Noticias de todos aquellos que hace mil no sabes de ellos, noticias de enemigos, noticias de fantasmas, noticias de ellos pero no de ti. Regalos por tradición, alegría porque toca. Regalos envueltos en papel de colores, regalos con valor económico, regalos como símbolo de importancia. Regalos que nunca tendré, como esos que no se envuelven, como una mirada o una sonrisa tuya. Como una carta que hable de ti y de mí, de esas en las que tu alma guía a tu mano y la tinta parece cobrar vida propia. Como una carta que hable de lo que no se ve, como una carta llena de sentimiento. Para muchos será un día especial, para mí es uno más de los muchos que aun me quedan por vivir, uno más de los tantos que dedicaré a escribir. Es un día en el que el mundo no se detiene por ti, en el que la vida sigue, las agujas siguen jugando a dar vueltas en su esfera y la rutina sigue formando parte de tu día a día. Que no es lo mismo celebrar que hacer de este el día del juicio final.

lunes, 6 de julio de 2015

Mi amiga la muerte.

Es solo cuando el pasado llama a nuestras puertas cuando nos damos cuenta del tiempo que ha transcurrido. No somos conscientes de que nos comemos los años como si fueran caramelos sin ni si quiera saborear los minutos. Decimos que el tiempo vuela, y quizá volamos nosotros tratando de huir a realidades carentes de tiempo, porque somos más felices al romper las esferas y detener las agujas que cronometran nuestras vidas. Somos más felices cuando nos sentimos libres, cuando rompemos las cadenas y disfrutamos así nieve o lluevan rayos de sol, así pasen días o años; somos más felices cuando volamos, cuando soñamos, cuando no nos preocupamos por nada que no sea sonreír. Soy feliz cuando vuelo, ya sea entre las páginas de un libro o cuando paso por lugares a los que fui contigo. Soy feliz cuando escribo y cuando me lees, cuando te sientes identificada con cada letra, cuando consigo dibujarte una sonrisa o cuando lleno un poco más tu alma con sentimientos en forma de textos. Pero, ¿qué es la felicidad? Posiblemente solo un estado de ánimo, solo esos pequeños momentos en los que sientes que tocas el cielo con la yema de tus dedos - y después se te escapa - , solo unos segundos y seguramente no todos los días, pero son esos segundos que, según dicen, te alargan la vida. Pero no nos olvidemos que la felicidad no sería nada sin su amiga la tristeza, al igual que la vida no tendría sentido si no existiese la tan odiada muerte. Y a lo mejor morir significa cambiar de videojuego, cruzar un portal y aparecer en otra galaxia y en otro planeta en el que también haya vida. La muerte le da sentido a nuestros días. Medimos el tiempo como con miedo, porque sabemos que las agujas las detiene la muerte y que solo ella decide en qué momento hacerlo. Quizá por eso nos esforzamos en disfrutar y en perseguir la felicidad, porque no sabemos nada del futuro salvo que a él pertenece tu próximo latido. Quizá ahora mismo, mientras se me van desgastando los dedos, la muerte me acecha esperando a que ponga el punto y final. Querida muerte, ven cuando quieras, me encontrarás tratando de ser feliz entre aquellos que te temen, entre aquellos que no saben que nadie muere mientras es recordado. 

sábado, 4 de julio de 2015

Tu canción.

De repente suena esa canción que tú me enseñaste, y me susurra tu nombre con cada acorde, cada palabra que suena me habla de ti y cada nota de su melodía vuelve a abrir tu huella, esa que ya creía cicatrizada. Y es que cuando te empeñas en guardarte todo para ti, cuesta más cerrar la herida, quizá porque no hay hueco para todo aquello que queremos guardar. Me quedé con ganas de decirte que siempre vas a poder contar conmigo, que el cariño que te tengo rebosa por cada punto que trata de cerrar mi herida, esa que lleva tu nombre. Si tengo que conformarme viéndote de lejos, escribiéndote en la luna, y acariciando a las estrellas en lugar de a ti; lo haré. Porque ya no sé que prefiero, si el antes falso con todo o el después verdadero vacío de ti. Quizá tu ausencia sea la cura de todos mis males. Quizá si te vas te llevas contigo toda la tristeza que inunda mis letras, quizá cuando te vayas dejen de marchitar mis flores. Siempre se me dio bien soñar, imaginarme que sin ti estaría mejor cuando aun no te has ido y ya te echo de menos. Siempre se me dio bien vivir de sueños y cortarme el alma con cada nube, colocarme la máscara y tatuarme felicidad en la frente sin haber conocido lo que es una sonrisa sincera. Quizá tú no lo sepas, pero tengo claro que te llevarás mi primavera, mis versos más sinceros. Tengo claro que tras tu marcha mi tinta será gris y el papel cada vez más amargo, a duras penas tendré plumas con las que escribirte, apagarás mi luz y la noche será testigo de mis versos más sufridos. Cuando te marches quizá me dedique a la poesía, por eso que dicen de que los poemas son almas en pena que asoman en forma de versos y estrofas. Quizá encuentre en las estrellas tu mirada, en la luna vea el círculo blanco que rodeaba tus pupilas, y la oscuridad de la noche me recuerde a tu negro pelo. Quizá que te lleves el sol sea la única manera de tenerte, de acariciarte aunque sea a través del aire. Quizá dormir y soñar sea la llave que cierre la puerta de mi herida, esa que lleva tu nombre. Vete o quédate para siempre, atraviesa la puerta o quédate fuera, pero no irrumpas el camino a quienes decidieron cruzar conmigo. 

jueves, 2 de julio de 2015

Rechacé la vía fácil.

Sería tan sencillo escribirte a ti en lugar de a la luna, decir tu nombre en lugar de arroparlo entre metáforas, mirarte a ti en lugar de a las estrellas... Sería tan sencillo, tendría tanto sentido, que hasta dejaría de resultarme atractivo. Sería tan sencillo dedicarte un "te quiero" que lo envuelvo entre suspiros y le ordeno a la brisa que te lo regale. Y si me voy a lo difícil es porque quiero estar contigo. Porque escribo en la arena nuestros nombres y desaparecen casi tan rápido como respiro, porque tienes el don de acelerar o detener mis latidos, porque posees la gracia divina de irrumpir en mis sueños y apoderarte de ellos. Porque te apoderas de mis musas, me dejaste sin alas cuando se te acabaron las plumas con las que escribir y, para más inri, ni uno de tus cientos de poemas lleva mi nombre oculto entre metáforas. Quizá tras todo esto deba odiarte y no admirarte, humillarte y no alabarte, borrarte de mi camino y echarte a patadas de mi destino; pero no puedo hacer como si nada, no puedo odiarte si amarte es el primero de mis sueños, no puedo echarte de mi vida cuando eres tú quien llena de palabras mi tinta. Admito que no debería darte tanta importancia, que al fin y al cabo también hay distancia que no podrán reducir las palabras, que la vida no son sueños y que tengo que aprender a afrontarla. Perdóname si he sido cobarde, si ocultarme entre las sombras de la noche es mi única manera de verte, si disfrazarme de valiente ha sido un insulto para ti y para los fuertes. Entiéndeme si te digo que mirarte a los ojos es como desnudarme el alma, y aun no he aprendido a quererla tan llena de cicatrices y no confío en que sea la tuya la única mirada que no la destruya. He gastado demasiado pegamento y he tratado de sanar demasiadas heridas, he arriesgado ante demasiadas almas rotas con espadas como corazas, que no quiero correr el peligro de agotar la única gota de sangre que me mantiene viva. Perdóname, amor, nunca quise negarte nada. Perdóname, amor, por querer resguardar mi alma de tan solo una de tus miradas.

miércoles, 1 de julio de 2015

Extraño por conocer.

Quería escribir por mí, pero sobre todo por ti. Quería escribir para decirte que sigues teniendo hueco en aquello a lo que llamamos corazón pero yo prefiero llamar vida. Quería escribirte para decirte que no le caben más mensajes a la luna y que al final voy a intimidar a las estrellas de tanto mirarlas. Quería decirte que vuelvo a desnudar margaritas preguntándoles si me quieres o ya me has olvidado. Quería rogarle a la nada que me devolviese tu todo, porque me noto vacía sin ti, rota sin tus abrazos, débil sin tus manos y sedienta sin tus labios. Quería apagar el sol y que tuvieses siempre que quisieses la noche, y que escribieses para la luna y así pudiese leerlo. Quería demostrarte que tenía tanto para darte, que de tanto enseñarlo me quedé sin nada. Quería cumplir todos y cada uno de tus sueños, prometí no fallarte nunca y creo recordar que fue lo que más hice. Prometí volver, pero me fallaron las ganas y me pudo el miedo a ver las heridas que yo misma causé en tu vida. Juré que te miraría a los ojos, que te enseñaría qué es lo que escondo, pero me limité a ser la cobarde que un día dijiste que era y miré al horizonte, allí donde tus ojos no alcanzaban a ver mi alma. Y ahora sueño que eres tú la que vuelve y yo la valiente, la que te busca hasta encontrarte, la que te mira a los ojos y te dice que confía en ti con la mirada, la que te abraza y acaricia hasta dormir, la que te besa hasta las heridas, la que sueña para ti y contigo. Ahora es mi cama la que te llama, mis sábanas las que desean arroparte y mis paredes las que quieren ser testigos de aquello que siempre buscamos y nunca encontramos, de aquello propio de los locos, de aquello que nos atrevemos a definir, de aquello que llamamos amor. Amor... Suena hasta extraño que hablemos de latidos con corazones llenos de marcapasos, que hablemos de miradas cuando cerramos los ojos a lo desconocido, que hablemos de amor sin intentar amarnos a nosotros mismos. Extraño que llamemos locos a aquellos que se lanzan al vacío, a quienes se aman lo suficiente como para regalarnos amor. Extraño, o quizá loco, que llamemos locos a los únicos que deciden vivir.