lunes, 6 de junio de 2016

Has dejado huella.

Perdona si no me despido de ti con la misma ilusión que cuando te dije hola, pero duele perder partes de ti y tener la cuenta de los abrazos en números rojos de nuevo. Perdona si no sonreí con la misma energía y alegría de siempre, pues poco a poco se me deformaba la sonrisa y no era capaz de fingir que, esta vez, la tristeza no había ganado a la alegría. 

Te echaré de menos mucho, pero me quedo con todo lo que me ha dejado y con todo lo que te has llevado de mí. Gracias por haber hecho de nosotros una familia más unida, por haber confiado en nosotros y haberte dejado la piel y el alma. Gracias por haber compartido risas, torneos y cenas con nosotros. 

Confieso que me da miedo perder todo lo que hemos ganado contigo, pese a que hemos aprendido de ti y sé que lo mantendremos; por ti y por nosotros, para que cuando vuelvas de visita esta familia sea irreconocible en el buen sentido y te sientas orgulloso por ello.

Nunca me han gustado las despedidas, el firmar con un adiós casi definitivo, el tener que pasar de escuchar voces y ver sonrisas a tener que recordarlas; y no, no es porque me falle la memoria, sino porque nunca será lo mimo vivir que soñar.

Y es que es normal que lloviese, Valencia te echará de menos tanto como tú a ella. Un guiri valenciano, un hermano sin sangre y un corazón enorme en un pecho que no cabe. 

Seguirás con nosotros incluso al otro lado del charco.

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