lunes, 23 de marzo de 2015

Buenos días, buenas noches.

Pasando las hojas del calendario. Observando como cae la lluvia y empapa, gota a gota y al mismo tiempo, las aceras del vecindario. Olor a humedad, a melancolía, a soledad. Olor a monotonía y a rutina. Se respira tranquilidad. Ni gritos ni peleas por entrar o salir de los garitos. Las calles duermen y los párpados de las casas permanecen cerrados. El viento se cuela por el más pequeño de los orificios, rompiendo el silencio de la noche con su sutil silbido. Me gusta pasear por la dormida ciudad, reflejándome en los charcos y en silencio, sumida en mis pensamientos. Me gusta recordarte así, con esa calma y ese sosiego que solo tú me aportabas. Prefiero recordarte que camuflar mi insomnio bajo malas posturas o duros colchones. Me gusta caminar mientras eres la culpable de mi insomnio y, con tan largos paseos, espero que el viento que silba se lleve tu brisa, que la fina lluvia de este mes de marzo acabe borrando el recuerdo de tus caricias sobre mi piel. Me gusta mirar al cielo y preguntarle por qué tú y no otra que no hubiese puesto patas arriba mi vida. Me consuela pensar que hay algún ser superior o un ente maligno a quien poder hacer culpable de mi desdicha. Evito pisar las calles que pisé contigo sosteniendo mi mano, protegiéndome del frío y sintiéndome gigante al lado de alguien que decía no ser nadie. A menudo le pregunto a las paredes, a veces a algún gato que otro, dónde te has metido y por qué te fuiste, pero por suerte no contestan. O por desgracia, ya no lo tengo claro. Huyo del amanecer en la montaña, porque te encantaba admirar el momento exacto en que despuntaba el alba junto a mí. Y justo antes de que el mundo despierte, y tú junto a él, estés donde estés, vuelvo a mi refugio y me apago. Añoro aquel momento en el que fui estrella fugaz, junto a ti, pues no podría ser de otro modo. La noche siempre fue mi momento, como el de toda estrella fugaz, pero desde que te fuiste no he vuelto a brillar. Apagaste mi luz como aquel que apaga la luz del lugar al que no piensa regresar, al menos en un largo período de tiempo. Espero que te vaya bien, que tengas otra estrella fugaz a quien pedirle deseos y que estos se cumplan. Espero que sigas admirando la belleza de un amanecer en la montaña. Te doy los buenos días, pero para mí, buenas noches. 

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