domingo, 26 de junio de 2016

Siempre creeré en mis alas.

A veces es necesario romper y acabar con todo aquello que te ata, con todo aquello que no resta pero tampoco suma. A veces es necesario volar después de un tiempo agitando las alas y respirar, como si no lo fueses a hacer nunca más, e inundar tus pulmones con aire limpio y nuevas sensaciones. 

Y es que es necesario romper el ciclo de rutinas y volver a la apetencia, a reír porque se sienten cosquillas en el alma y no por miedo a no encajar. Vuela, busca tu lugar, huye si no te sientes a gusto, porque vida solo tenemos una y no hay nadie mejor que tú para vivirla.

Y no, creedme que esta vez no habrán ni arrepentimientos ni lamentaciones, esta vez he cogido aire, carrerilla, y he saltado al vacío confiando plenamente en mis alas; porque no, yo no me voy a fallar una vez más. Porque me he cansado de echarle la culpa a las piedras cuando nunca he hecho nada por evitar el tropiezo y, ahora que salto la barrera, no voy a rendirme ni a dejar de verme capaz ante la primera dificultad. 

Lucha, joder, y siempre creyendo en ti, porque si te lo propones lo vas a conseguir. Y habrá piedras y tierras en las que eches raíces y tu árbol dé frutos; pero no te olvides que los frutos contienen semillas de las que pronto nacerá otra flor, así que sigue tu camino hacia el sol.

Eres grande, muy grande, pese a que tú te veas cada vez más pequeña. Mira dentro de ti, sabes que en lo más profundo de ti se encuentra la grandeza rendida ante los miedos. Rescátala, guerrera, tú tienes tu fuerza. Cree en ti, por favor, cree en ti.

lunes, 20 de junio de 2016

Amanecer entre libros.

He pasado la noche entre estrellas, lunas y libros que hablan de todo menos de poesía; libros que hasta tú te cansarías de leer y que, por supuesto, tampoco hablan de ti. He pasado la noche sabiendo que no habría nada mejor que pasarla contigo, y me he limitado a soñar levantando la cabeza del suelo. He navegado durante horas en la inmensidad de unos libros y los he estudiado casi con el mismo detalle con el que te solía contemplar.

He pasado la noche respirando aire algo menos contaminado, escuchando al viento cantarte con las copas de los árboles y fingiendo que, después de tanto tiempo, ya no te pienso. Y es que es imposible no echarte de menos en este remanso de paz comparable a la paz que me proporcionaba mirarte. Y es que no había mejor canción que la de tus palabras acariciándome la oreja, ni mejor bocado que el de tus labios.

Te escribo desde la fuente de mi saber, y no del saber estar sin ti precisamente; de hecho, hace tiempo que tiré la toalla en lo que a vivir sin ti se refiere. Y la tiré porque al final, empapada de lágrimas y sangre, pesaba más que mi alma. Pesaba incluso más que los versos de dolor que todavía te escribo, versos que marcan tantas páginas al nacer como tonos de naranja exhibe el amanecer.

Desde algún lugar del mundo, por y para ti; para que sigas siendo la noche de la que nunca me cansaré de escribir.

sábado, 18 de junio de 2016

Mi otra mitad.

Hoy he descubierto una nueva forma de amor que, o bien no conocía o bien no había sabido ver hasta hace un instante. 

Amor es lo que siento al escucharte pese a que sea la centésima vez que escucho esa anécdota salir de ti; y admiración, lo que me inunda cada vez que nos cuidas pese a estar tú para que te cuiden. Dolor es lo que sufro cada vez que veo una lágrima de angustia recorrer tu rostro, y miedo, cuando me doy cuenta de lo rápido que se nos pasa la vida. 

No sabes cuánto recuerdo tus palabras, en especial aquellas que hablan de bastante tiempo atrás, de una época en la que yo ni si quiera era una idea. No sabes cuánto me gusta disfrutar de ese medio siglo de más que has vivido comparado conmigo y que nos llenemos la vida a base de sonrisas. Me encanta que te sientas orgullosa de mí y de todos y cada uno de mis éxitos; porque yo hace mucho tiempo que me siento orgullosa de ti y que te quiero por encima de mis capacidades para amar. Te quiero con ganas y sin miedo; la mejor forma de querer que se me ocurre. 

Y es que aunque la vida te encoja y la piel cada vez se te arrugue más, jamás me cansaré de leerte la mirada y sentirme, por un momento, cien por cien realizada. Eres lo más grande que me ha podido dar la vida, y yo soy tu pequeño regalo. 

Hoy brindo por ti, por mí y por todos los muchos años que nos quedan para seguir siendo nosotras. 

Te quiere, de una forma tan intensa que hasta duele, tu poetisa, tu otra mitad.

martes, 14 de junio de 2016

Tú, en cambio, sí puedes irte.

Me gusta perderme entre calles, callejuelas y callejones sin salida. Me gusta que me devore la jungla de asfalto en la que vivimos y al final me sorprenda con la belleza de su estómago. Me gusta que cientos de turistas la visiten cada día y que vean algo nuevo en lo que yo veo rutina. Rutina desde que ya no caminas conmigo, que todo sea dicho.

Me gusta sentir que el norte también se me ha ido con el juicio y que allí, en el lugar a donde van a parar las esperanzas perdidas, se unen todos con las cuerdas que un día dejaron de ser. Me gusta que esas cuerdas te sirvan de liana para lanzarte directa a tus sueños. Ojalá y consigas palpar las utopías que durante tanto tiempo me contaste, y que te sirvieron de excusa para vestirte mis alas y volar lejos de aquí.

Te seguiré esperando en este taburete desde el que solía leerte, lo único que las palabras me rebotan ahora que has decidido hacer oídos sordos a los pocos versos que has dejado con ganas de seguir viviendo. Espero que no tengas que volver; y no, no es que me haya cansado de curarte las heridas, es simplemente que he decidido empezar a cerrar las mías.

¿Te puedo pedir una cosa? No vuelvas; déjame sola durante toda la vida; me apetece conocerme hasta desgastarme los defectos y borrar el odio que bañaba siempre mi reflejo. 

Volveré, porque nunca me he ido, porque la locura no ha podido robarme la ausencia y es solo cuestión de tiempo que consiga renacer. No me he ido; y no, nunca me iré.

lunes, 6 de junio de 2016

Has dejado huella.

Perdona si no me despido de ti con la misma ilusión que cuando te dije hola, pero duele perder partes de ti y tener la cuenta de los abrazos en números rojos de nuevo. Perdona si no sonreí con la misma energía y alegría de siempre, pues poco a poco se me deformaba la sonrisa y no era capaz de fingir que, esta vez, la tristeza no había ganado a la alegría. 

Te echaré de menos mucho, pero me quedo con todo lo que me ha dejado y con todo lo que te has llevado de mí. Gracias por haber hecho de nosotros una familia más unida, por haber confiado en nosotros y haberte dejado la piel y el alma. Gracias por haber compartido risas, torneos y cenas con nosotros. 

Confieso que me da miedo perder todo lo que hemos ganado contigo, pese a que hemos aprendido de ti y sé que lo mantendremos; por ti y por nosotros, para que cuando vuelvas de visita esta familia sea irreconocible en el buen sentido y te sientas orgulloso por ello.

Nunca me han gustado las despedidas, el firmar con un adiós casi definitivo, el tener que pasar de escuchar voces y ver sonrisas a tener que recordarlas; y no, no es porque me falle la memoria, sino porque nunca será lo mimo vivir que soñar.

Y es que es normal que lloviese, Valencia te echará de menos tanto como tú a ella. Un guiri valenciano, un hermano sin sangre y un corazón enorme en un pecho que no cabe. 

Seguirás con nosotros incluso al otro lado del charco.