lunes, 15 de agosto de 2016

La auténtica definición de belleza: tú.

Cuanto más atada a tus cadenas me encuentro, más libre me siento. Y es que tienes el poder de hacerme desplegar las alas con cada uno de tus besos y de saber que voy a encontrarte al final del precipicio cuando tus caricias me piden que salte. Y sé que voy a salir del laberinto en el que me pierdo cuando nado en tus ojos, entre otras, porque siempre te encuentro nadando en los míos. 

Encuentro la paz y la calma junto a los nervios y el deseo que me provocan tus susurros; y le encuentro el sentido a no bajar el ritmo con cada uno de tus mordiscos. Me embriaga un sentimiento pleno de felicidad cuando pese a poder volar lejos, eliges libremente volar conmigo. 

Estoy convencida de que la belleza fue definida contigo: con cada una de las cosquillas que provocan tu risa, con cada una de esas apaciguadoras melodías que salen de tu boca en forma de palabras, y con los cientos de ríos escoltados por montañas que esconden tus ojos. 

Confundo el traqueteo de esta imitación de tren con el vaivén de tus caderas, enloqueciendo más si cabe mi ser. Y es que es esta locura de querer seguir cuesta abajo y sin frenos la que nos define; la de querer vivir aun con la posibilidad de hacernos añicos, pero siendo roca cada vez que nos fundimos en lava.

Quizá no sepa cómo definirte mañana, ni si dentro de diez días seguiré teniendo ganas de ti; lo que sí sé es que frenar ahora sería descartar la remota - quizá no tan remota - posibilidad que existe de que se abra la puerta justo antes de chocar contra el muro.

sábado, 6 de agosto de 2016

Nuestra casualidad.

Ahora entiendo que te encanten las casualidades; gracias a una de ellas he podido verte sonreír con los primeros rayos del sol, y he podido arroparte con besos y un manto de estrellas. Gracias a ellas he podido taparte los ojos justo antes de besarte; quizá para ocultarle a tus ojos la felicidad que provocas en los míos, por algún motivo que no quiero saber. 

Quizá sea el sueño de una noche de verano, nuca se sabe; lo único que sé es que no quiero dejar de soñarlo, ni de vivirlo, ni de rozar las nubes cada vez que me besas, ni de perderme en el firmamento que me dibuja el verde de tus ojos. Quiero seguir escribiéndote y regalándote versos que, después de tanto tiempo, han dejado de sangrar. 

Quiero seguir bailando la canción que me canta tu risa, y seguir muriendo de placer cuando tus caricias se confunden con mi piel y me hacen cosquillas. Quiero seguir contando estrellas cada noche y siguiendo su camino hasta ti; al igual que ver salir el sol desde la playa habiendo perdido el reloj. 

Dame cuerda si quieres para seguir latiendo; la perdí con el primero de tus besos y desde entonces se me ha olvidado cómo vivir. Si esto significa estar loco, creo que no quiero recuperar ni el norte el sentido; sino que prefiero volar con el tiempo y vivir, olvidando aquello de sufrir y aprendiendo de nuevo a ser feliz.

Ahora entiendo que te encanten las casualidades; y es que, por una de ellas, me estoy muriendo de ganas de vivirnos.