lunes, 3 de julio de 2017

A la hora cero.

Llegaste a la hora cero, justo cuando no era ayer y tampoco mañana, y el ahora seguía difuminado en el horizonte.

Llegaste a la hora cero, al tiempo de ser el "tac" del "tic" de mi reloj. Al tiempo de invitarme a soñar sin ni si quiera dormir; al tiempo que no debe haber más cerveza pero tampoco debió haber menos.

Llegaste a la hora cero y pusiste en marcha el cronómetro que dio vida a mis sueños.

Llegaste a la hora de nadie, a la hora sin nombre, quizá porque las dos nos sentíamos nadie, hasta que nadie nos miró y nos sintimos alguien. O quizá porque nunca nos gastamos el nombre y pasamos directamente a besarnos.

Llegaste a la hora cero, pero siempre caminas a mi derecha, y aunque el cero elimina si multiplicas, tú se lo has añadido tantas veces a mi dicha que ahora esta es infinita.

Llegaste sin reloj y sin maleta, cerramos la puerta y abrimos el mundo, y desde entonces vivimos mejor sin ropa que con ella puesta.

Llegaste para pararme el corazón, y, de paso, el reloj en la hora cero.