domingo, 31 de mayo de 2015

Los gigantes de los pequeños gestos.

Todos damos una imagen que muchas veces no se corresponde. ¿Sabéis? Siempre he sabido que la mía no se corresponde, pero aun así nadie tiene por qué dudar de que seamos humanos aun sin parecerlo. Hoy se han reído en mi cara cuando he dicho ser alguien sensible, y realmente me da igual. Siempre pensé que esa era mi coraza, que era algo que me impedía ser siempre igual, pero ahora es algo de lo que me siento orgullosa. Es algo que me permite distinguir entre aquellos que merecen la pena y los que no, entre aquellos que saben leer las miradas, que saben ver más allá de las corazas, que saben buscar y encontrar la esencia. Me permite quedarme con aquellos que apostaron por mí, que me dieron la oportunidad de mostrarme cómo soy realmente, y era algo que no me pasaba desde hacía bastante. Hoy me he sentido a gusto, y me he dado cuenta de que hay personas que simplemente sabes que no te fallarán durante el tiempo que estén en tu vida, que creerán en ti incluso cuando tú no lo hagas. De repente te cruzas con aquellos que saben observar. Te quedas con aquellos que se dieron cuenta de que las cerraduras de tu coraza no servían de nada, que no había llave capaz de encajar en ninguna de ellas. No había llave porque no había nada que no se pudiese abrir con un voto de confianza, con un poco de tacto, descubriendo poco a poco todo lo que se esconde dentro. Y te llenan. Te llenan de tal manera que sientes que te quedarás lleno para siempre, porque aunque algún día se vacíe tan solo su recuerdo lo volverá a llenar. Pequeños observadores, pequeños gestos, pero gigantes consecuencias.  

miércoles, 27 de mayo de 2015

Historia inacabada.

Había esperado tanto tiempo ese momento, había soñado tantas veces la llegada de ese día... Y ahora que sé que no habrá día, me siento vacía. Sí, la culpa es mía por centrarme en vivir de sueños y no de realidades, por ser tan rematadamente surrealista que llego a olvidarme de que vivo en el mundo real, en ese mundo donde los golpes duelen. He deseado tantas veces volver a cruzarme con tus ojos oliva y acabar con esta duda que ahora que los planes cambian me siento perdida. La culpa sigue siendo mía, por seguir viviendo de ilusiones y no día a día, por empeñarme en vivir con la cabeza en las nubes y sin los pies en la tierra. Pensé que si habías vuelto era porque las historias no deben quedarse nunca a medias, y ahora seriamente lo dudo. Dudo si tuvo sentido pensar que volvería a verte, incluso confundo si eres realidad o solo un producto de mi mente. Al final acabas siendo una voz, unas letras, una foto, pero a veces cuesta diferenciar virtual de realidad. No voy a mentirte, me hace ilusión cada mensaje tuyo, sonrío cuando por un motivo o por otro acabo escuchando tu voz y más si es oyéndote cantar. Mentiría si dijera que te odio, que quiero que te marches, que no eres parte de mi vida. Y a veces se me olvida que fuiste tú quien hizo posible continuar con todo esta historia incompleta que sigue por acabar, se me olvida que fuiste tú quien me buscaste cuando yo lo único que hice fue intentar borrarte. Y digo intentar, porque si ahora escribo esto es porque no lo conseguí. Pero es que ahora tampoco quiero. Sí, sería el camino más fácil, ese camino llano, con buenas vistas, tranquilo, sin obstáculos y con paisajes realmente placenteros. Pero ya sabes niña, nunca me han gustado las cosas sencillas, pienso que el camino fácil siempre es el más cobarde y, si hay algo que odio por encima de todas las cosas es ser cobarde. Que no sé si es un capítulo a medias, una historia inacabada, o somos las ideas que aun no han sido plasmadas. Quizá el final de la historia sea resolver la duda. Esa duda que se aclara cada vez que espero un absurdo mensaje tuyo. Esa duda que cada vez es menos duda.

PD: adoro escribirte y llamarte "escritura". 

domingo, 24 de mayo de 2015

Olvidar, lo que se dice olvidar.

Me tumbé a contemplar la noche desde la orilla de la playa, haciendo de la arena mi almohada y mi cama. Miré las estrellas y conversaba con ellas. Les daba las gracias por estar ahí siempre, por cuidar de mí, por acompañarme en mis noches de soledad. Y quien sabe si quizá las estrellas eran aquellos ojos que un día me cuidaron de niña. A lo mejor eran aquellos ojos que tapaban y unían todos los huecos que liberaron al marcharse. Quizá eran esos ojos a los que tanto echaba de menos mirar. Y casi sin quererlo, el alba comenzó a despuntar y entonces cerré los ojos. Me concentré en el sonido de las olas del mar, en la tranquilidad que me proporcionaba, en inspirar la brisa y sentirme libre. Y viniste de la mano de las olas y la brisa, te metiste tan dentro que ahora me es imposible sacarte. Lo intenté, intenté arrancarte de mi vida, echarte a patadas y que se te quitaran las ganas de volver. Te cerré la puerta con mil cerrojos, pero me olvidé de que tú tenías mil y una llaves y todo el tiempo a tu favor. Te olvidé, o al menos pensé que te había olvidado. Pero mientras abrías los cerrojos con tus mil y una llaves, inspiré tu fragancia y recordé en un instante todo lo que pensé haber olvidado. Recordé tus ojos, tu voz, tu perfume, tu pelo, tus manos, tus labios y tu sonrisa. En ese momento te odié con todas mis fuerzas, porque apareciste en el momento justo para hacerme ver que todo había sido una mentira, que no había podido olvidarte, solo hacerme a la idea de tu ausencia y aprender a vivir con ella. Quizá olvidar sea solo eso, acostumbrarte a la ausencia de algo o de alguien que al principio extrañas, pero luego te acostumbras a no ver. Quizá sea tener guardado todo lo que aquella persona te dejó ver y que vuelva con tan solo su presencia. Y es que olvidar, lo que se dice olvidar, solo se logra al quedarse sin memoria. Y sin memoria, sin recuerdos, ya no hay nada que se pueda olvidar. Para olvidar hace falta no saber qué significa olvidar.  

sábado, 23 de mayo de 2015

¿Qué es la vida? Duda.

Quizá la vida, el acto de vivir, se base en la construcción de recuerdos y en la destrucción de los mismos. Quizá se base en llenarse de cicatrices, en tratar de levantarse continuamente, en llorar y sonreír aunque no siempre sea a partes iguales. Quizá solo sea un proceso de aprendizaje, un progreso constante para llegar a ser el mejor pero, esta vez, sin ningún tipo de competición. Quizá se trate de llegar a ser el mejor para ti mismo, en comprender que no existe el destino, en disfrutar sabiendo ser consecuente. Quizá la vida acabe siendo tan solo un cúmulo de experiencias, de más citas fallidas que exitosas, de más derrotas que victorias, pero vivencias al fin y al cabo. Quizá para algunos carezca de sentido, de valor, de ilusión y de camino. Quizá para esos sea frialdad, dolor y soledad. O quizá para esos simplemente la vida no es. Quizá para otros la vida esté llena de sentido, de valor, de ilusión y de caminos; sea calor, felicidad y compañía, aunque sea la de su propia alma. Quizá para los alegres la vida sea solo cuestión de empezar a ser, de empezar a existir, de nacer. Quizá la vida sea un viaje en barco, lleno de puertos y algún que otro naufragio; o un viaje en avión, lleno de aterrizajes y turbulencias; o un viaje en coche hasta llegar al final de una infinita carretera; o del mismo viaje pero en moto, con el aire rozando tu cuerpo, en ocasiones interrumpiendo tu respiración. Quizá la vida sea el más duro de los golpes jamás recibido, pero sigue siendo bella y sabia, y se merece que la quieran y que tengan ganas de compartirlo todo con ella. Quizá la vida sean solo ganas de querer vivir.  

lunes, 18 de mayo de 2015

Dirección olvido.

Te espero entre el silencio de mi noche, entre las sombras de la más remota oscuridad. Te espero al otro lado de la vida, donde ya nadie camina, allí donde esperan aquellos que perdieron la alegría. Te espero mientras camino tratando de alejarme hacia el olvido, hacia aquel lugar que nunca nadie sabrá donde está, hacia aquel lugar del que nunca se podrá regresar. Te espero hasta que te decidas, hasta que saltes al vacío sin que nada te lo impida, hasta que tu ausencia me acabe quitando la vida. Te espero sin detenerme y sin mirar atrás, caminando despacio por si decides acelerar, por si intentas alcanzarme que te de tiempo a llegar. Te espero también en los sueños, allí donde el obstáculo más grande se hace pequeño. Te espero sin frenar, sin detenerme ni un segundo a echar la vista a atrás, con la esperanza de que decidas esprintar. Te espero hasta que mis fuerzas se agoten, hasta que ya no pueda salir a flote, te espero diciéndome "ojalá no me equivoque". Te espero, me siento y descanso, te doy la oportunidad de recortar distancias y de inundar el aire con tu fragancia. Te espero sin prisa pero con pausa, sin alegría pero con esperanza. Te espero incluso con desgana, porque no llegas, porque dejaste vacía mi alma y ahora ya no sé cómo llenarla. Te espero desde el odio que me hace querer alejarme, pero también desde las ganas que me hacen querer acercarme. Te espero con rencor y con amor, con sueños y deseos. Te espero como aquel que espera al avión demorado, o el concierto de su artista favorito, o el estreno de una obra de teatro. Te espero con nervios, enfado, ganas, esperanza, ilusión, pesadillas, dolor, pasión, amor, odio y rencor. Te espero porque abandonar nunca fue lo mío, te espero porque no te decides, porque quiero acabar con la duda, porque quiero mirarte a los ojos y descubrir si el alma me desnudas. Te espero caminando sin camino dirección hacia el olvido.

miércoles, 13 de mayo de 2015

En estado de shock.

¿Por qué nos empeñamos siempre en negar lo evidente? ¿Por qué confundimos valentía con ser fríos? ¿Por qué negamos que el borde sufre, ama, llora y siente desde su alma? ¿Por qué tratamos de ocultar sonrisas que son sinceras? ¿Por qué hacemos del granito de arena una montaña? ¿Por qué hacemos complejo lo sencillo? Expulsaré ahora todas las lágrimas necesarias, porque mi alma es ese vaso al que una gota le falta para ser colmado. Y que en cada lágrima vayan escritas las letras a las que tantas veces les he negado la tinta, así sea "te quiero", "te odio", "te echaré de menos" o "quiero perderte de vista"; pero es que no tengo más ganas de seguir guardando sentimientos, de seguir llamándome valiente sin serlo. Me he cansado de tratar de ocultar sonrisas sinceras y sonreír, aunque falsamente, a aquello que no lo merece. Me he hartado de tragar lágrimas, aunque muchas de ellas hayan sido para sacar adelante a quien lo necesitase; y siempre me pasa que, si en el momento no lloro, luego no lo hago, y al final el vaso desborda. Lo que nunca haré será decirte que te quiero, que eres a quien más voy a añorar, que no sé si será mejor o peor pero no será lo mismo sin ti. Y no te lo diré porque te he dicho muchas veces que te odio, que sin ti estaré mejor, que nunca te echaré de menos, y tú bien sabes que no hablaba en serio. Tampoco te diré que tengo tus abrazos enmarcados y guardados en el cajón de los recuerdos, ese que te acompaña hasta que la memoria quiera, ese que de vez en cuando desempolvas y te transporta a aquel momento. Nunca te lo diré con palabras porque me he cansado de decírtelo con pequeños gestos; así soy yo, siempre me avergonzó reconocer que soy la primera que siente y padece, porque en mí resulta algo sorprendente, por eso nunca lo verbalizo. No puedo explicarlo de otra manera, porque hasta yo estoy sorprendida de tanto en tan poco tiempo, pero tú lo entiendes. 

Hasta siempre, compañeros.

Llevaba tanto tiempo fingiendo que no me importaba nada, que me daba igual todo lo que pasase a mi alrededor, que ahora me doy cuenta de lo intenso que ha sido para mí todo esto. Es ahora cuando sé que me va a costar desprenderme de todos y cada uno de vosotros porque aun no ha llegado el momento y ya se me caen las lágrimas. Ya no puedo fingir que no sois nada para mí, ya no puedo seguir soñando que esto nunca acaba, porque está llegando a su fin. Que nunca pensé que unos meses diesen para tanto. Cada sonrisa, cada carcajada, cada pique, cada enfado, cada llanto, cada rabieta, cada indignación; cada momento, va llegando a su fin. Me cuesta admitirlo, como todo lo que me llega, pero vosotros habéis sabido llegarme, llenar algo que hacía tiempo que estaba vacío. Que aunque no lo diga nunca, os voy a echar de menos. A lo tonto a lo tonto, como quien no quiere la cosa, como esa llovizna que no moja pero a la larga empapa, os habéis ido colando y habéis sabido llegar hasta el fondo. Nunca me lo planteé, nunca llegué a pensarlo, pero las pequeñas cosas, las pequeñas sorpresas, son las que marcan la diferencia y, vosotros, sois esas pequeñas sorpresas. Poco tiempo, pero intenso. Haber compartido algo más que un pupitre, haberos conocido aunque no sea del todo, pero sí una parte de vosotros. Me cuesta encontrar las palabras, y más ahora, que se acaba todo esto, que continuamos todos, o sino la mayoría, por caminos diferentes. ¿Qué será de vosotros? ¿Qué será de mí? ¿Qué será de nosotros? Os deseo lo mejor, porque os lo merecéis. Os lo digo poco, o a lo mejor ni si quiera os lo he dicho, pero os quiero, desde dentro, esa forma de querer que sueles apreciar cuando se acaba. Gracias por cada riña, por cada bronca, por despertarme aunque no siempre me lo haya tomado bien. Gracias por preocuparos, cada uno a vuestra manera. Os deseo lo mejor, desde el corazón, con sinceridad. “Volveremos a vernos, en el mar, en la tierra, ¡donde sea!”. En el alma hasta que mi memoria quiera.  

lunes, 11 de mayo de 2015

Cartas antiguas y modernas.

Una carta es, para muchos, un trozo de papel cualquiera adornado con palabras que, al  no ser hechos, no significan nada. Es, para muchos, una forma tonta de gastar el tiempo, una estupidez, algo sin valor. Una carta, para muchos, no tiene ningún valor puesto que no se compra. Pero una carta es algo más que un trozo de papel adornado con letras. Una carta es un trozo de alma regalado en forma de sentimientos que se plasman con palabras. Es una muestra de que realmente importas para aquel que te escribe, que puede haber pasado mucho tiempo, pero que no es tan fácil olvidar a aquellos que te enseñan algo, por mínimo que sea. Lo triste es que estamos abandonando el hábito de escribirnos, de abrirnos a los demás, de dejar la coraza a un lado y mostrar un trozo de nuestra alma. Añoro las cartas perfumadas que esperabas durante días, las que guardas en un cajón y lees una y otra vez, esas cartas que se tornan amarillas por el paso del tiempo y a las que empiezan a difuminárseles las letras, pero te da igual porque de tantas veces que las has leído serías capaces de recitarlas de memoria. Esas cartas que valen más que todo el dinero del mundo junto, esas que cuentan una parte de tu historia tal y como la viviste. Las cartas que salen del alma, esas que se escriben solas, en las que el corazón habla y tu mano transcribe. 

Las hemos sustituido por absurdos mensajes de Whatsapp y mil redes sociales diferentes, que permiten la comunicación al instante pero al final, acabas echando de menos la espera y no lo recibes con tantas ganas. No se han extinguido, nos quedan los e-mails, son como las cartas modernas que, aunque no son perfumadas, siguen manteniendo lo esencial: hablar desde dentro y expresar aquello que muchas veces los actos no consiguen demostrar. 

domingo, 10 de mayo de 2015

¿Borrón y cuenta nueva? No.

¿Si pudieses volver a cualquier momento del pasado y empezar a vivir desde ese momento, pudiendo cambiar todo o sin cambiar nada, lo harías? ¿Cambiarías cualquier momento de tu pasado pese a poder cambiar tu futuro? ¿Cambiarías algo que sucedió hace años con el riesgo de cambiar tu futuro, de que lo que vives hoy de una manera, cuando retrocedas ya sea de otra? Yo no lo haría. Volver significaría volver a vivir momentos que desearía volver a vivir, sí, pero que aun vivo en forma de recuerdos. Sería estamparme una y otra vez contra la pared como hice antaño, o evitar esos golpes y no crecer, y no ser quien hoy en día soy. ¿Y si volviese a la tarde en la que te conocí y decidiese no conocerte? ¿Qué hubiese sido de mi vida? No quiero saberlo, la verdad. ¿Qué gracia tendría saber que pude pero evité conocerte? Aun así sé que no te conozco del todo, de hecho, pienso que nunca llegas a conocer a nadie del todo y de ahí la magia, las sorpresas. No cambiaría lo que he vivido porque mi pasado me ha formado. Gracias a él hoy estoy orgullosa de ser quien soy y de tener dos dedos de frente. De haberlo pasado mal y haberme estrellado mil veces contra el mismo muro, pero de haber crecido y haber aprendido. No evitaría conocerte, más que nada, porque aun intento averiguar por qué tú y por qué de aquella manera. Intento averiguar por qué me levanté con tu imagen en mi cabeza, por qué no salías de ella, por qué me negué a girarme para verte marchar si era lo que más deseaba, por qué me sentí vacía y rota al empezar a alejarme de ti, por qué no lloré tanto como deseaba hacerlo y por qué, después de todo y después de haberte borrado de mi vida, apareciste. ¿Por qué volviste? ¿Por qué hice como si nada? Imagino que será porque el capítulo de mi vida que habla de ti continua a medias. Han pasado muchas cosas desde que te borré hasta que apareciste, pero lo que nunca cambió fue lo que ya estaba escrito. Yo no volvería y borraría todo como si nada, ¿tú? ¿tú lo harías? 

viernes, 8 de mayo de 2015

Tiempo y miradas.

Piden palabras, regalos, caricias, abrazos, sonrisas, halagos, ramos de rosas, obsequios que sean capaces de ocultar las mentiras, los engaños y las faltas de respeto e incluso ocultar que las traten como objetos. Piden príncipes azules, que les lluevan las cosas del cielo, hablan de quererse pero no saben qué significa hacerlo, y hablan también de conocerse y amarse hasta en los días que más se odian pero nunca se han enfrentado al reto que supone ponerse a ello. Piden una mano que las levante tras cada caída sin apenas tener intención de levantarse. Creen quererse, amarse, confiar en ellas, ser seguras, saber qué quieren y qué merecen, creen conocer hasta el rincón más oscuro de su alma pero nunca han intentado hacerlo. Compiten por demostrar quien las quiere más sin ni si quiera quererse, compiten por tener un cuerpo diez o una cara bonita teniendo un alma oscura y hecha trizas. Compiten y comparten por aparentar olvidándose así de disfrutar. Viven presionadas por la sociedad y parece que les da igual. Indignante, digo yo. Por eso pido letras y palabras, versos y textos, que hablen de sentimientos, de esos que se escriben desde dentro. Pido muestras pero también ofrezco, pido sonrisas pero también las regalo. Pido confianza porque la tengo, seguridad porque soy segura. Pido miradas porque puedo y quiero darlas, porque hablan un idioma al que nada iguala. Porque tienen magia, porque resuelven dudas, porque me gustan. Siempre hace ilusión un detalle, pero prefiero antes una visita o que me den la mano por la calle, que no se avergüencen, que no me dediquen palabras vacías. Prefiero una mirada porque nunca mienten, porque cuando aman a alguien brillan, penetran y se encargan de reducir el mundo a aquellos que se miran. Y pido tiempo, no tengo prisa, sé que una mirada no se regala, que es algo que muchas veces cuesta, que no es nada fácil dejar que te vean el alma. Sé que una mirada significa mostrar cada rotura de tu alma, enseñar que, como todo ser humano, también tienes tus debilidades; pero también significa confiar, estar dispuesto a que te rompan esperando que no lo hagan. Lleva tiempo mostrar a alguien aquello que te ha dolido, y seguramente aun te duela, abriéndole las puertas de tu alma con la posibilidad de que lo rompa todo. No tengo prisa, solo quiero una mirada. 

jueves, 7 de mayo de 2015

Mejor amiga.

Creo que ya he hecho de ti mi rutina, mi vía de escape, mi excusa para escribir, mi modo de intentar descubrir qué me pasa y confesarte que aun no lo tengo claro. He hecho de ti algo más que alguien con quien echar unas risas, y es que he hecho de ti una parte algo grande de mi vida y cada letra que hasta ahora he escrito ha sido por tu culpa o gracias a ti. Ya no sé distinguir si debería o no escribir teniéndote como excusa, pero sé que me encanta hacerlo y, por ello, seguiré haciéndolo hasta que deje de gustarme. Porque siempre serás mi excusa para crear, para sacar lo que llevo dentro, para dejarme llevar por lo que pienso y siento. Te quiero dar las gracias por todo lo que me has dado en todos estos años, que no es poco. Las gracias por soportar mis penas, mis tormentos, mis caídas, mis días grises e incluso negros, mis ataques de ira, rabia y celos, mis peores pensamientos, por sacar fuerzas de mi flaqueza, por hacer que no me rindiera y sacara mi lado más oscuro, aunque fuera solo contigo. Gracias por compartir mis alegrías y permitirme disfrutarlas durante mucho tiempo, por guardar mis recuerdos y mis deseos, mis sueños y mis pesadillas, por ser parte de mi vida, por querer a ese yo que solo tú conoces. Gracias por escucharme en silencio, por permitirme hablar conmigo misma, por dejarme desarrollar mi imaginación y compartir con el resto lo que pienso. Por permitirme transmitir lo que en mi día a día no transmito, porque eres la única que sé seguro que no me fallará nunca, que me seguirá siendo fiel siempre y cuando yo lo necesite, por ser la única de quien no puedo dudar, por ser quien me acompaña siempre pase lo que pase, por no defraudarme, por llenarme tanto sin darme nada. Hoy te escribo a ti porque te lo mereces, porque solo unos pocos conocen tu valor y saben de tu importancia en el día a día, porque no siempre te agradecen que hagas tanto haciendo nada. Gracias, escritura, por permitirme cumplir sueños, conocerme, seguir teniendo ilusión y ganas, llegar a los míos y transmitir todo lo que muchas veces no transmito con gestos. Que entre mil maneras de comunicación yo me quedo contigo. Gracias por llenarme tanto sin darme nada. Gracias por ser mi compañera durante todo este tiempo y durante el mucho que nos queda.  

lunes, 4 de mayo de 2015

Crecer.

Cómo duelen esas espinas que se clavan más y más cuando intentas sacarlas. Esas heridas que, aunque lo intentes, se niegan a cicatrizar. Esas heridas que algunos llaman de guerra pero que yo prefiero llamarlas de vida. Cómo duelen esos puñales que tenías como ojos y que, pese a destrozarme el alma, no podía dejar de mirar. Cómo duele tropezar siempre con la misma roca y verla cada vez más grande tras cada caída o sentir que tus fantasmas crecen cada vez que intentas dar un paso. Cómo duele crecer y hacerse grande, cómo hiere trepar para seguir subiendo o un resbalón justo cuando consigues subir el escalón más difícil. Cómo duele el progreso, pero qué bien sienta y cuánto merece la pena. ¿Qué seríamos sin sueños, sin ilusión, sin objetivos y sin metas que alcanzar? ¿Y sin ambición, sin querer ser cada día mejor, sin querer superarte y subir cada día un escalón? ¿Qué seríamos sin esperanza, sin confianza y sin valentía? Crecer es seguir pese a las heridas de vida, esas que se niegan a cicatrizar y dejar su huella, esas que prefieren doler toda la vida o un gran periodo de tiempo. Crecer es mirarte a los ojos y creer en ti, saber que aunque hoy te caigas mañana estarás un escalón por encima de aquellos que te hicieron caer y les sonreirás desde arriba, con la boca grande, con la satisfacción que supone el ser capaz de superarse. Crecer es tener un sueño y perseguirlo pese a los tropiezos o pese a que nadie crea en lo que haces. Ser grande no se consigue de un día para otro, pero es algo que no es imposible, y no hablo de ser grande en el sentido de ser un ejemplo para otros, sino en el sentido de ser un ejemplo para ti mismo, de creer en lo que haces, de no darte por vencido pese a las derrotas, de mantener la ilusión y las ganas y, sobre todo, de no perder nunca la esperanza. Ser grande también es saber disfrutar como niños cuando toca, disfrutar de los pequeños regalos que nos da la vida, reírnos hasta de la más pura tontería. Crecer, al igual que ser grande, para mí significa no perder la sonrisa pese a todas las caídas. 

¡Basta!

¡Basta! Basta ya de compartir con todo el mundo las fechas señaladas, no se quiere a nadie un solo día al año. Un día, una fecha señalada, no sirve de excusa para decir lo que sientes o incluso a forzarte a decir lo que en ese momento no sientes solo por cumplir con el día y con la sociedad. No quiero decir que no compartas, sino que veo absurdo que compartas un sentimiento con todo el mundo menos con la persona a quien va dirigido. Algunos lo llaman postureo, pero yo prefiero llamarlo idiotez, memez, absurdez. Compartirlo no va a hacer del sentimiento algo mayor, de hecho, pienso que le quita toda la gracia compartirlo con todos menos con quien se debe dar por aludido. Basta ya de fechas, de ser monigotes sin cabeza que siguen a un Dios que les dice qué día querer y cómo hacerlo; monigotes a quienes se les enseña que un regalo vale más que cualquier acto, monigotes atados con una cuerda y cada cual más igual al otro. El amor, ya sea hacia una madre, un padre, un hermano, un hijo, un amigo, una mascota, una pareja, sea hacia quien sea, debería ser amor todos los días del año no solo los señalados en rojo en tu calendario. Competir por ver quién es capaz de demostrar más ese día del año me hace pensar que el resto del año somos monstruos incapaces de valorar lo que tenemos en las buenas, en las malas y desde la primera bocanada de aire. Una fecha no debe indicarte cuándo decir "te quiero", porque debes hacerlo cada vez que lo sientas sin importar a quién y de qué manera se lo dices. Del mismo modo, un papel no marca cuánto quieres a alguien ni va a hacer de algo que por esencia es efímero algo eterno. Que existan normas o modas no quiere decir que tengas que seguirlas cual borrego al rebaño. ¡Basta! Basta de seguir alimentando a una sociedad para la cual somos números y dinero, a una sociedad cada vez más idiota, cada vez con menos cabeza, cada vez con más pensamiento masa y menos pensamiento propio. Basta de ignorancia, de cerebros vacíos, de incultura como modo de vida. ¡Basta!, o parad el mundo, que yo me bajo. 

sábado, 2 de mayo de 2015

Mañana nadie sabe.

Pasa que siempre perdemos trenes que estuvieron esperando en nuestra estación durante meses, perdemos oportunidades por querer vivir con los ojos vendados, acabamos perdiendo a quien daría todo por nosotros por empeñarnos en demostrar a quien no quiere que le demuestren. Perdemos oportunidades, momentos y tiempo por no ser claros, por no mostrar un sentimiento la mayoría de veces por miedo, por dejar todo a nuestro entendimiento, por creer que todo el mundo entiende la magia de la misma manera. Lo ingenuos que somos a veces, ¿eh? Que no cuesta nada llamar a cada cosa por su nombre, abrir tu corazón a quien quieres abrirlo, mostrar al resto que todos sentimos y padecemos, aunque algunos más y otros menos. No cuesta nada dejarse llevar y fallar, intentar y errar, que no cuesta nada estar dispuesto a aprender cada cosa a su debido tiempo. Que aunque cueste, no sirve de nada esconderse tras muros de odio, miedo y rechazo; que no sirve de nada desarrollar una coraza a prueba de balas, que te la destrozan con una mirada, que te la agrieta una sonrisa de quien menos la esperabas, que con el arma indicada te falla. Es cierto que tendremos que elegir entre claridad y magia o entre balas y esperanza, y es que a veces es necesario tener algo más que los pies en la tierra. Pasa que siempre acabo escribiéndote y odiándome por ello, pensando que no te mereces ninguna de mis letras ni ninguno de mis textos, que mi cuenta de cariño siempre está en números rojos si se trata de ti, pero que nunca tuve opción de elegir, que entre mil te sigo prefiriendo a ti. Sigo anclada en nuestro último abrazo, en nuestra última palabra cara a cara, en nuestra última sonrisa, en nuestra última mirada. Sigo teniendo la misma duda de siempre y las ganas de resolverla siguen siendo intermitentes, que de ti dependen. Me muero de ganas de saber cómo serán las cosas la próxima vez que te vea, si es que hay próxima, de si habrá alguna mirada de esas que hablan sin decir nada, de si todo será igual o diferente a como fue hace un tiempo. Que hoy te lo dedico a ti, a la niña del miedo a saltar al vacío sin que nadie la acompañe, a la niña con la voz de ángel. Hoy te escribe, niña, la que hoy te escribe a ti pero mañana nadie sabe.  

viernes, 1 de mayo de 2015

Una de aquellos.

Siempre me gustaron aquellos amores de verano que duran algo más que un simple verano, que duran hasta que se gastan, que no se guardan las ganas hasta la próxima, que se buscan hasta encontrarse, que se agotan de tanto usarse, que se exprimen hasta la última gota y se consumen hasta que no les queda oxígeno para seguir ardiendo. Me gustan esos amores dispuestos a todo y teniendo nada como excusa, aquellos que se matan para luego resucitarse, aquellos que se ahogan para luego darse aire. Me gustaron siempre aquellos que viven el momento como si fuese el último o el primero, ese tan esperado que por fin llega. Siempre me gustaron aquellos que son los últimos en darse cuenta de algo que se nota a kilómetros, aquellos llenos de inocencia, de ternura y también de vergüenza, aquellos que supieron no quedarse con las ganas y disfrutar cada segundo. Aquellos que vivieron a lo loco sin preocuparse demasiado del futuro y dejando atrás eso a lo que llamamos pasado. Envidié a aquellos que supieron despojarse de los miedos, dejarse desnudar el alma sin ningún tipo de miedo a volver a sufrir, confiar tanto en ellos como para ser capaces de dejarse llevar. Envidié a aquel al que no le afectaba una derrota, al que sabía de qué era capaz y salía a conseguirlo, a quien tiene la suficiente seguridad y confianza en sí mismo como para no dejarse llevar por sus miedos y vencerlos de una vez. Pero ya no los envidio porque ahora soy una de ellos, de los que cada vez somos menos pero podríamos ser más. Una de esos de los que se levantan pese a seguir sangrando, de los que siguen pese a no haber cicatrizado todavía, de los que no esperan al tren y andan a buscarlo por las vías, de aquellos que sirven de guía para todo soñador con ganas de cumplir su sueño. Una de aquellos que cruzaron sus metas y siguieron en busca de nuevas, que sacaron fuerzas de debajo de las piedras, que supieron escuchar tu risa y encontrarla.