lunes, 28 de septiembre de 2015

Algún día.

Supongo que algún día tendré que empezar a olvidarte, que alguna vez seré yo la que tenga que marcharse y que en algún momento de esta vida no me hará falta tu risa. Supongo que una mañana me levantaré y sentiré que puedo tocar el cielo sin ti, que algún día despertaré sin trozos de sueños entre los dedos y que alguna noche dejaré de sentir la necesidad de hablarle a la luna de ti. Supongo que algún día, así sin más, dejarás de condicionar mi vida. 


Todavía sigue sin llegar ese día, quizá es que me he cansado de esperarlo y he echado a andar buscando tu recuerdo. Idiota, pero idiota por ti. Idiota por buscar tu mirada cuando sé que no la voy a encontrar, por pretender ser la causante de tu risa cuando ni si quiera puedo imaginármela, por intentar que entre tus versos ocultes un beso para mí. Idiota por intentar que me quieras.

La verdad es que aún no he aprendido a olvidarte, seguramente porque sigo sin querer hacerlo, porque sigo luchando por un sueño que hace meses no tengo, porque sigo viendo fantasmas donde sólo hay aire. Lo siento, nunca me he planteado desaparecer de tu vida y hacer como si nunca se hubiesen cruzado nuestros caminos, como si nunca nuestras huellas hubiesen formado parte de un mismo destino. 


¿Me echas un cable? Me he olvidado de cómo olvidar y ahora sí que no puedo borrarte. Recuérdame, ayúdame a borrarte y bórrame de nuevo; te prometo que es la última vez que te envío besos en forma de versos, que lleno cada centímetro de luna con mensajes para ti, que describo tu mirada como estrellas del firmamento. 

Te prometo que, algún día, romperé el último de mis sueños.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Contigo hasta más allá de la vida.

Noto más que nunca como nuestro tiempo, el mismo tanto para ti como para mí, no pasa de la misma manera. Noto que vivo un segundo como si fuesen dos y que, para ti, dos segundos transcurren en el mismo tiempo que uno. Noto que cada minuto es un centímetro menos de altura, una arruga más en tu vida y una gota más que llena nuestras almas. Te amo como nunca he amado a nadie y como nunca amaré. 

Hay algo que nos une, lo sé desde hace un tiempo, un vínculo que forma parte de otro mundo y que he descubierto quizá un poco tarde. ¿Sabes? Quiero ser como tú. Para mí eres la mujer más grande de este mundo, a pesar de que el tiempo te vaya encogiendo cada año un poco más. Me encanta perderme en tus ojos, ver cómo brillan de felicidad y que los míos brillen igual, ver cómo tengo tanto que aprender y quieres enseñarme tanto que me faltan escuelas para poder aprenderlo todo. 

Te prometo que siempre estaré ahí para ti. Siempre, de corazón, desde el alma. Eres el pilar que sujeta mi vida, la sonrisa que mantiene mi mundo en pie, la mirada que me habla aunque no me diga nada. Son tus manos las que nunca me cansaré de sostener, es tu voz la que nunca me cansaré de escuchar y es tu vida la que nunca me cansaré de disfrutar. Eres esa llama que, aunque por desgracia un día se apague, seguirá viva dentro de mi corazón. 

Quiero ser el pañuelo que seque tus lágrimas, las piernas que te lleven donde tu alma desea, la risa que te dé un segundo más de vida, la fuerza que te anime a seguir endulzando una vida cada vez más amarga. 

Contigo, quiero estar contigo siempre, hasta el fin de mis días. Y es que, pase lo que pase con mis días, te prometo que caminaré contigo hasta más allá de la vida.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Que camine por donde caminas.

No hay nada que me reviente más que saber que, por más que te haga reír, tu risa nunca sonará igual que cuando ella te cuenta un chiste. No hay nada que pueda más conmigo como ver la ilusión que consigue que tengas, como quedarme fuera esperando a que un día me quieras. Pero lo que más me jode es ponerme celosa. ¿Celosa de qué? No hay nada. Te odio, no sabes cuánto, casi tanto como te quiero. 

Seguimos con esta lista de cosas que poco a poco me matan: la puta distancia. Me mata eso de no poder cogerte de las manos y mirarte a los ojos cuando te digo, con el corazón en la mano y el alma asomando por mi mirada, que confío en ti. Me mata que no puedas ver que te lo digo de verdad. Me mata no poder darte un abrazo cada vez que lo necesites y, ya que estamos, confieso que me mata que te mueras por ella. 

Me revienta escucharte reír tan plenamente por una tontería. Suena muy cínico, egoísta quizá, como que no quiero tu felicidad. Lo siento, porque no es así, sólo que me revienta no poder hacerte reír. Y mira que intento superarlo, cambiar de libro, olvidarme de tu historia y que esta jodida distancia al final haga el olvido. 

Y justo cuando empiezo a hacer camino, cuando cubro de polvo tus recuerdos y juro no volver a caminar por donde están tus huellas; justo entonces vuelves. Así no hay quien te olvide, idiota, si con una carcajada me haces retroceder hasta ti, si me lanzas una metáfora y me obligas a leerte de nuevo. Te odio tanto... pero menos de lo que te quiero. 

A veces me planteo si te lo mereces. Sé que es una tontería, pero cada sueño que destrozo por ti es una puerta que nunca más se volverá a abrir; y parece que te da igual, que tú de esas tienes mil y novecientas noventa y nueve sin mí. 

Perdona, sé que no me lo pediste, sé que tampoco quisiste que entrase en tu vida; pero tus labios dicen mentiras que tus ojos recriminan, y tu alma me dice que vaya, que quieres que camine por donde caminas. 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Yo confío en ti.

Vivimos en un mundo donde abunda lo inseguro, donde dominan los complejos y los muchos que necesitan sentirse alguien siendo nadie y pasan por encima de quien haga falta para conseguirlo. Vivimos en una sociedad en la que cada vez importa menos lo que pueda sentir la persona que tienes en frente, donde ya nadie mira a los ojos cuando habla, donde nadie levanta la cara de una pantalla y regala sonrisas a quien pasa por su lado.

¿En qué nos estamos convirtiendo? Cada vez hablamos menos y decimos más, cada vez estamos más incómodos en situaciones cómodas, cada vez tenemos menos sueños y menos ganas, cada vez tenemos menos ilusión y menos fe. Se nos escurre la esperanza entre los dedos, guardamos trozos de sueños en las uñas al rascar el cielo y nos decimos que no, que hay gente mejor que nosotros ahí fuera y que no somos capaces de lograr lo que nos proponemos. Cada vez pedimos más confianza, imagino que para contrarrestar las inmensas cantidades que nos faltan.

No, no soy pesimista. Soy realista, así está la vida desde mi punto de vista y creo que es hora de cambiarlo.

Tú, empieza a quererte. ¿Quién quieres ser? ¿Qué quieres ser? ¿Dónde quieres llegar? No más excusas, basta de "pero", ¿quién te dice que no puedes? Tú mismo. Sé que es difícil, no lo niego, pero si no lo intentas nunca lo lograrás. Yo sé que puedes, confío en ti, de veras.

Yo me decía que jamás podría juntar letras y palabras, utilizar metáforas para esconder nombres y hablar de algo tan abstracto como los sentimientos y transmitirlos; y aquí estoy, dejándome la piel en cada texto y observando de cerca.

Yo confío en ti y sé que puedes, ¿y tú?, ¿confías en ti?

martes, 8 de septiembre de 2015

No merece la pena.

No merece la pena luchar por una esperanza que desaparece cuando abres los ojos. No merece la pena parar balas por quien las dispara, esquivar cuchillos por quien los lanza y sangrar por las heridas que nunca fueron mías.

No merece la pena quedarme sentada en el andén, soportando el frío de la lluvia empapando cada centímetro de mi cuerpo, en una estación en la que nunca sale el sol, en la que los poetas se reúnen y le escriben a la soledad. No merece la pena quedarme sentada en el andén de tu estación, esperando un tren que ya partió y que nunca volverá. No merece la pena esperarte.

Al final tendrán razón todos aquellos que me dijeron que un clavo saca a otro clavo, que si pasar de página no funciona la solución es cambiar de libro y que hay más peces en el mar. La cuestión es olvidar, pero no es tan fácil. No es tan fácil cerrar la puerta a un sentimiento, hacer como que no te duele su ausencia, como que no te importa cuando es en lo único que piensas.

Al final será que no quiero olvidarte y no que no puedo, que no quiero pasar página o cambiar de libro, que quiero perseguir imposibles y saltar al precipicio sin hacerme un rasguño. Desde hoy me digo: basta de excusas.

Se acabó. Quiero olvidarte y sé cómo hacerlo. Ya me he dado de bruces con la realidad, ya he despertado del sueño del que no quería despertar, ya estoy lista para dejar de esperarte. Ya no quiero esconder tu nombre en un verso, ya no quiero dejarle a la luna mil mensajes para ti, ya no quiero quererte y ya no tengo por qué hacerlo.


Quién no arriesga no gana, pero una retirada a tiempo también es una victoria.