viernes, 27 de septiembre de 2019

MIRÉMONOS

Hay veces que no es solo la playa lo que me inspira. 

Hay varios motivos por los que he decidido ir esta tarde a la plaza del ayuntamiento, pero destacaría uno: he ido a verme en los demás y a reconocer en ojos ajenos el brillo y la luz que veo en los míos cada día en el espejo.

¿Para qué sirve? A priori mi respuesta es que no lo sé. Sin embargo, hay algo que tengo claro: mirar a los demás hoy me ha hecho feliz.

Al final la mirada es la parte más pura de nosotros, no puede corromperse... Una mirada no sabe - o no debería saber - mentir. ¿Para qué sirve? Quizá para saber mirar, quizá para aprender a leer una mirada.

Transmitimos muchísimo haciendo algo tan sencillo como mirar. Hay diferencia entre ellos, y es la misma que existe entre oír y escuchar. ¿Cuántas veces vemos al día? Y de todas, ¿cuántas miramos? 

Estaba nerviosa, si sabes mirarme puedes saber incluso si ayer estaba triste, y me da vértigo que algo tan inofensivo como mirar pueda exponer tanto de mí misma. 

La primera mirada no ha sido cómoda, quizá por mis nerviosa o porque simplemente la otra persona no me transmitía paz. 

Ha sido bonito, y he conectado con una parte de mí que no conocía al mismo tiempo que me he olvidado de absolutamente todo mi alrededor: lo estaba viendo, pero jamás lo he mirado.

¿Para qué sirve? Pues no lo sé. ¿Para qué me ha servido? Para conocer... conocer gente nueva, conocer distintas maneras de mirar y conocerme a mí misma a través de gente totalmente aleatoria. 

He ido porque necesitaba una experiencia distinta, necesitaba conectar con algo que no fuese mi cabeza y aprender una nueva forma de mirar.

Es mágico porque no se necesita nada. Es mágico porque mueve por dentro. Es, simplemente, pura magia. 

¿Hay algo más mágico que una mirada llena de brillo, inquieta y curiosa ante lo desconocido, y de felicidad al mirar a una desconocida? 

¿Hay algo más mágico que sonreír por solo mirar? 

sábado, 2 de marzo de 2019

Incertidumbre.

Hace tiempo que camino sin ti pero parece que te escondes en mis sombras, y yo me pregunto: ¿saldrás algún día? ¿Te irás para siempre?

Hace tiempo, casi un año, que levé anclas y me lancé al mar dispuesta a descubrirme; lo he hecho y lo sigo haciendo. Icé mis velas, tiré por la borda todos mis planes de futuro contigo, diluí tu esencia en el mar confundiéndola con la sal y, desde aquel momento, mi horizonte se tornó incierto. Sin embargo no he vuelto a perderme ni un solo amanecer.

No sé si te irás; supongo que de alguna forma siempre estarás: caben demasiadas cosas en la inmensidad del mar. 

No obstante, estar y ser son verbos distintos y aunque sé que siempre estarás - una parte de ti es inevitablemente inherente a mí - sé que ya ni eres ni serás desde el preciso instante en el que intentaste incendiar mi mar.

Y sin creer en el cielo me salvé del infierno del amor roto: fue el único momento en el que agradecí estar rodeada de hielo.

Nunca me molestó tu frío, es cierto, pero tu incendio me hizo darme cuenta de que yo siempre he sido fuego y que tu río, aun sin querer, me apagó.