lunes, 25 de diciembre de 2017

Navidad.

Nochebuena, Navidad. Días en los que se pone el sol como en cualquier otra jornada, en los que sale la luna que a veces crece, otras decrece y cuando se siente fuerte está llena. Noches de familia, o al menos en eso se nos ha educado. Y no tengo inconveniente en que sea una noche que sirva de excusa para volver a casa y reunirnos con los de siempre. Pero ¿qué es familia?

Para empezar, "familia" es una palabra muy grande y que no es para todos igual. Para unos significa compartir solo sangre, para otros son los amigos, y para otros tantos, ambas cosas. 

Yo no sé dónde encajo. Por un lado, cada vez detesto más el consumismo que desatan ciertas fechas que van marcadas en el calendario; y por otro, siempre caigo en sus redes. 

Por el otro... Reniego a medias de la sangre - o quizá solo reniegue de la hipocresía. Reniego de tener que fingir interés por personas por las que no me preocupo el resto del año. 

Y me falta siempre gente. Tengo el corazón repartido por España y por el mundo. Por la peninsula, por las islas e incluso al otro lado del charco. Está siempre semivacía. Y es que, para mí, familia son todos aquellos amigos que hacen que mi rutina sea distinta, que el corazón me lata siempre fuerte que me ayudan a mantenerme en el presente y me ayudan a levantarme después de caer. Familia son aquellos a los que aún viendo poco sientes contigo cada día; aquellos con los que tomar un café es una aventura y charlar un rato, una experiencia que nunca deja indiferente. 

Y por supuesto, amor, hace ya dos Navidades consecutivas que me faltas tú - sólo un ratito. Me falta poder girarme - a izquierda o derecha - y darte un beso, poder escucharte reír en directo, y poder verte contagiada completamente por la ilusión de los más peques. 

Me encantaría hoy dormir contigo, dentro de tu abrazo, en nuestro hogar y en familia - la que formamos las dos. 

Y es que hoy, siendo invierno y sin tener frío, me ha faltado tu calor.