Me toca el alma por dentro ver cómo la pena inunda tu almacén de sentimientos hasta hacer desbordar tu río. Me toca por dentro, hace que a mi mar le suba la marea, quizá porque es tu luna la que está llena.
¿Por qué lloramos? Nos preguntamos entre cervezas, entre miradas y sonrisas, cómplices, como del papel que ha terminado muerto después de unas letras tatuadas en su anverso. ¿O era el reverso?
Sólo sé que del derecho y del revés me enamoras, de la cabeza a los pies. Por dentro y por fuera, con los sentimientos a flor de piel, con el corazón desbocado, con la lluvia inundando tu río, y haciendo que tu vida llegue a esos ojos que necesitan mirarse bien adentro.
Sólo sé que yo me encontré en tus gélidas aguas y, desde entonces, ni en invierno he vuelto a tener frío; quizá porque encontré mi mar, y también tu abrazo. Quizá porque te miré y no le tuve miedo al hielo.
Pero lo mejor de todo fue que el mar desembocó en el río, que la luna y el sol se miraron a los ojos para amarse por fin, que el invierno de tus pies encontró el verano de mi piel, y desde entonces, cuando dormimos, nunca tenemos frío.
Lo mejor de todo fue que, naufragando yo en tu río y tú en mi mar, encontramos nuestro hogar.