domingo, 20 de noviembre de 2016

Hermanos de disco.

Vuelves, fugaz como las estrellas, que una vez han sido vistas, se van. Vuelves, y no das tiempo a parpadear, ni si quiera a soñar, vuelves y nos devuelves la intensidad; y aunque sea otoño y hoy no haya salido el sol, te hemos vuelto a sonreír después de imaginarnos tu sonrisa a unos cuantos cientos de kilómetros, y has conseguido crear algo tan bonito como un arcoiris en medio de tanta tormenta. 

Es curioso, justo hoy que vuelves a irte, Valencia ha hecho el amago de llorar, y ha vuelto a quedarse borracha de felicidad y resacosa de tristeza. ¿Por qué será que siempre los buenos se alejan? Porque aunque parezca, nunca se van. Los abrazos se los queda la distancia,  esa jodida perra envidiosa que, aun con todas sus fuerzas, nunca consigue separarnos. 

Aire fresco liberado en forma de sonrisas nuevas, porque aunque sean las mismas algo las ha hecho distintas. Quizá porque al reducir las distancias se revive todo lo guardado, se continua el sueño y se vuelve a rozar la utopía. Quizá porque compartirnos es lo único que nos da vida, quizá porque volver a escuchar vuestras risas reanima la esperanza que estuvo a punto de ser perdida, porque revives y creas lo mismo pero de manera diferente. 

La magia de que estés tan cerca y a la vez tan lejos. Hermanos de disco, pero hermanos al fin y al cabo. 

Un placer volver a vernos sonreír.