Las oportunidades
no se buscan, vienen, llegan… y se van, sean o no sean
vistas.
Las oportunidades
llaman a la puerta una única vez,
y en lo que te
piensas si abrir
o, por miedo, no
contestar
ya se van;
y cuando las
miras por la ventana
y ves que son del
color de la primavera
te maldices por vivir
en invierno
y no haberle
abierto la puerta a una nueva oportunidad de crecer.
A veces te miran
directamente a los ojos,
impenetrables,
– los tuyos –,
y se van cuando
ni si quiera le haces caso
a ese instinto
que te dice que
sí
que esta vez el
sol brilla solo para ti.
Sin embargo,
otras veces,
el miedo que gobierna
tu invierno se queda dormido
y tu vida despierta
con sus huesos
doloridos y sus músculos entumecidos,
miras cortito y
te deslumbras:
es una oportunidad,
y sí, ha llamado
a tu puerta.
Vivir así,
sin miedo,
mirando cortito…