jueves, 30 de abril de 2015

La meta.

De repente te siento lejos, más lejos aun de lo que sé que te tengo. Y me desespero. He aguantado mucho tiempo, puedo hacerlo ahora que ya estamos en la recta final. Pero cada vez la recta tiene más pendiente y llueve y hace frío y se hace difícil el camino. Te detienes y descansas, y piensas si ha valido la pena tanto esfuerzo y si la vale el esfuerzo final, si cuando llegues a la meta tendrás ganas de continuar o solo querrás dejarlo todo pasar, hacer como si nada, guardar la copa y olvidarte de que te faltó el aire pero también de que conseguiste superarte. De repente me siento sin fuerzas, pese haber luchado con uñas y dientes, con cuerpo y alma, y siento que me pasa la vida pero que no hay nada que me ayude a seguir. Y sientes ganas de llorar, de tirar la toalla, de darte por vencido sin detenerte a mirar todo lo que has conseguido durante este largo camino. Te mojas la cara, te das un par de hostias y reflexionas. Miras atrás y ves que si has subido tanto es porque un último empujón, por duro que sea, merece la pena. Que la meta es la que siempre has soñado y que darías la vida por conseguirla y poder disfrutarla. Sacas la fuerza de debajo de las piedras si hace falta, aprietas los dientes y sigues, aunque duelan las heridas que siguen sin cicatrizar, porque sabes que la meta es superarte, es conseguir algo que nunca pensaste conseguir y que te queda poco para lograrlo. Y piensas en el momento de la victoria, en lo grande que te sentirás levantando la copa, celebrando con los tuyos el gran triunfo de tu vida. Y si mi meta son tus abrazos, tus besos, tus caricias, tus sonrisas, tus lágrimas, tus penas, tus alegrías, tus tristezas, tus momentos de felicidad, tu voz, tus versos y tus textos, tus canciones, tu música y tu baile en mis caderas. Si mi meta es demostrarte que soy capaz de subir montañas, cruzar ríos y soportar tempestades por una corazonada, la conseguiré. Porque siempre quise conseguirla y me prometí no dejar de intentarlo hasta conseguirlo o haber perdido la guerra, no una de sus batallas. Luchar o no luchar, esa es la cuestión.

martes, 28 de abril de 2015

Sorpresas.

Nunca cerré tu puerta, la dejé entreabierta para poder seguir viéndote, para poder seguir disfrutando de tu presencia aunque fuese a medias y por no perder aquello que es lo último que se pierde. Me negué a seguir con mi vida cerrando tu puerta y tragándome la llave, porque orgullo ya no me quedaba, me negué a dejar de verte, a perder lo imperdible, a renunciar a una corazonada. Me negué y así voy, dudando de si cruzar o cerrar para siempre, de si tanto tiempo ha merecido la pena, de si he sido cobarde por no haber cruzado o cerrado antes, o si he sido valiente por no perder la esperanza. Y de vez en cuando pasa, que parece que se cierra, que ya no hay más posibilidad, que se acabó todo, que la corazonada se quedó en una corazonada, que se perdió lo imperdible, que caducaron la paciencia y la esperanza. Pero otras veces la puerta se abre y entra la luz, no hay corrientes que intenten cerrarla ni nubes que intenten quitarle la vida al sol, encuentras aquello que nunca debiste perder y restauras la fe en ti, en tus corazonadas, en lo que te sale de dentro. Un escalofrío un escaso segundo antes del momento que te dice que es cierto, que esta vez la batalla la ganas tú, que ya tienes el éxito asegurado, que todo esfuerzo tiene su recompensa y que algunas heridas acaban mereciendo la pena. Un corazón que vuelve a latir con fuerza, que cierra sus heridas aunque sea por un momento, que lo da todo pese a poder acabar completamente muerto y un alma que se queda llena, con ganas, con sueños e ilusión, con fuerzas para subir otro escalón. Una mente que confía, que se siente valiente, segura, fuerte y poderosa, que seduce casi sin quererlo, y todos sabemos que no es tan fácil olvidar la seducción de un cerebro, de una cabeza amueblada, de una mente brillante con dos dedos de frente, de un coco con principios e ideas propias, que se guía por las directrices de su alma y del momento, que vive en un sin sentido precisamente porque disfruta. La sorpresa engancha porque saber al principio está bien, pero acaba resultando aburrido. Que contigo blanco puede ser negro y viceversa, que un grano de arena puede ser una montaña o una montaña puede no llegar ni a granito de arena. Porque ya sabes, contigo nunca se sabe.

domingo, 26 de abril de 2015

Sin sentido.

Dime qué sentido tiene escribirte para que no lo leas, o regalarte trozos de mi alma en palabras de mi puño y letra o querer entregarte la vida cuando eres tú quien me la quita. Dime qué sentido tiene seguir soñando con ser el motivo de tu sonrisa o con querer dejar huella en tus caminos. Dime si le encuentras el sentido a que yo siga aquí, pendiente de ti, contigo hasta morir, cuando tú das la vida por todos menos por mí. Puede que vivir sea un sinsentido completo, que consista en perder el norte, el sur y hasta el aliento, y que todo esto sea lo que ocurre si disfrutas el momento. Dejarte la piel en cada intento, que se te destroce el alma con cada sufrimiento, y amueblarte el corazón cuando estés contento. Dar la vida por ti si hace falta, quererte aunque duela, estar en la cuerda floja que separa mi amor de mi odio hacia ti. Matar por tu sonrisa, luchar con el viento para que no se lleve tu brisa y recordar tu presencia para que no se escape tu esencia. Querer adornar tus días con mis alegrías y tus noches con mis estrellas, dibujarte primaveras sobre la gélida nieve, desnudarte el alma con una mirada y cerrarte las heridas a base de caricias. Guardar en forma de carta todo lo que no puedas recibir, ponerme a escribir y dejar que las letras hablen de ti. Intentar describir lo indescriptible, olvidar lo inolvidable y querer sacar un clavo con otro clavo. Hacer locuras por amor y diversión, pasar miedo y dolor, sentir que se te va a salir del pecho el corazón. Querer tenerte implica bajadas y subidas, montañas rusas como rutina, alegría, tristeza, amor, odio, lealtad, traición, cobardía, valentía, saltar al vacío, detenerse ante el abismo, soñar, despertar, ilusión, desilusión, esperanza, desesperanza, ganas, desgana... Querer tenerte implica vivir sin sentido. 

jueves, 23 de abril de 2015

El lado positivo.

Hoy vengo a escribir lo que tanto me apetece leer. Hoy vengo a buscar refugio en las letras, como tantas otras veces he hecho, y como tantas otras veces he encontrado. Hoy vengo a buscar ese consuelo que muchas veces pierdo. Hoy vengo a entenderme, a conocerme un poco más, y a crear eso que tanto me apetece leer. Hoy vengo a crear algo con lo que tú, que me lees ahora, puedas expresar lo que sientes o sentirte identificado. Hoy vengo a intentar rescatar lo positivo de un día de esos en los que cuesta ver el blanco entre tanto negro. Hoy vengo a convencerme de que siempre hay algo bueno, siempre hay algo por lo que levantar la cabeza y no darse por vencido, algo como enmendar tus errores o callarle la boca a aquellos que trataron de hundirte, a aquellos que se dedicaron a mostrarse abiertamente en contra de ti y de tus propósitos llegando incluso a herir. Hoy vengo a decirte que el problema no es el error en sí, sino no hacer nada por mejorarlo, no hacer nada por levantarte y arreglar lo que has hecho, no hacer nada por superarte, por demostrarte que poco a poco y con esfuerzo puedes llegar lejos. Hoy también vengo a animaros a seguir con lo que os guste, a no bloquearos por un error, a saber seguir con la cabeza alta aunque mil toneladas te la intenten hundir. Porque hay que sacar fuerzas hasta de debajo de las piedras, porque lo negativo ya viene solo, no hace falta atraerlo de más. Recuperarse de cada fallo, de cada caída, de cada fracaso; eso, es saber cuál es el camino del éxito. Hoy vengo a darme cuenta de que poco a poco cumplo mi sueño de llegar a la gente, de hacer eso que tanto me gustaba desde pequeña: escribir, inventar o contar lo que me pasa. Poco a poco he ido consiguiendo hacer de algo que era una afición como otra cualquiera, ahora sea algo que me llene y sea capaz de servirme de confidente, y ya no solo a mí, si no a vosotros que me leéis también. No te rindas amigo, siempre hay un lado positivo. 

martes, 21 de abril de 2015

Sin punto intermedio.

Sabemos nuestros nombres y apellidos, cómo son nuestro pelo, nuestros ojos y nuestras sonrisas. Sabemos el tono de nuestras voces y la intensidad de nuestras miradas. Sabemos nuestros gustos y aficiones, nuestras manías y nuestros secretos más ocultos. Sabemos todo y somos nada. Somos palabras lanzadas al aire, versos que nunca vieron su tinta, y poemas que nunca tuvieron estrofas. Somos miradas llenas de magia que nunca llegaron a encontrarse, almas vestidas que nunca llegaron a desnudarse y corazones apagados por la soledad. Somos olas deseando desatar la bravura del mar, vientos deseando desatar el peor de los huracanes y rocas deseando fundirse en candente lava. Somos mariposas esperando el momento de acariciar vientres, somos intenciones vacías de actos, somos las ganas a las que les falta ilusión. Somos el semáforo que se pone en rojo cuando más prisa tenemos, o el retraso del metro cuando salimos con el tiempo justo, o el bus que arranca cuando estás llegando a la parada. Somos dos imanes que se repelen cuando pueden atraerse, sol y luna cuando podemos ser luna y estrellas, o noche y día cuando podemos ser día y alegría. Somos frío y calor pero nunca templado, blanco y negro pero nunca gris, salud o enfermedad pero nunca convalecencia. Somos de saltar sin pensar o no saltar por pensar, pero nunca actuar por apetencia. Somos valientes o cobardes, no tenemos punto intermedio. Somos extremos, extremos que tienden a alejarse y que nunca llegarán a encontrarse, y si lo hacen será en el infinito y allí nunca se sabe. Somos de sonrisas o de lágrimas, pero nunca de una mezcla entre ambas. Somos esas líneas paralelas que nunca llegan a cruzarse, o el horizonte que nunca llega a delimitarse. Somos tanto de A y tan poco de C, que por el camino nos vamos perdiendo B. Somos tanto de extremos, que estamos destinados a alejarnos sin ni si quiera mirarnos. 

domingo, 19 de abril de 2015

Recuerdos compartidos.

Hoy me he dado cuenta de lo bonita que es la vida compartida, de lo bonita que es la vida cuando, de vez en cuando, te reúnes con aquellos que hace tiempo salieron de ella, aunque no lo hicieran totalmente. Por supuesto ya no estamos todos, muy pocos seguimos juntos y el mismo camino, un camino que pronto se separará, pero que podrá seguir unido tanto como nosotros queramos. Hoy me he dado cuenta de lo rápido que pasa el tiempo, que hace tiempo que no somos niños, pero que de vez en cuando lo seguimos siendo, y es incluso más divertido que cuando lo éramos. Me he dado cuenta de lo bonito que es compartir un recuerdo, y compartir los recuerdos que los otros ya olvidaron. Hoy me he dado cuenta, de que a pesar de los cambios, todos nos guardamos ese cariño que nos tuvimos; algunos más y otros menos, pero todos en general. Hoy vuelvo a casa con el alma llena. Hoy he mirado atrás y me he reído con las cosas que me enfadaban y con quién me enfadaba, hoy me he dado cuenta de que aunque no recuerde muchas de las cosas que han pasado, sigo teniendo recuerdos que durarán hasta que yo dure o hasta que pierda la memoria, y que el cariño sigue estando ahí, aunque sea almacenado, y que renace cuando personificamos el recuerdo. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien, y la verdad que esto no debería ser de vez en cuando, ni con la excusa de algún cumpleaños, esto debería ser cuando nos apetezca y con la única excusa de pasar un buen rato, de sentirse en familia de alguna manera, de darse cuenta de que el tiempo pasa por todos. Cuando ves a alguien después de años, cuando ves a una persona que recordabas de niña y ya no lo es, sientes algo que, en cierto modo, te llena. Te alegra ver que seguimos todos la misma marcha que hace años, seguimos siendo como niños pero en un mundo de adolescentes y con problemas que siguen siendo de heridas, pero ya no superficiales. Hoy me he dado cuenta de que cuando compartes un recuerdo lo haces grande. Por esta y muchas reuniones más, que no hace falta alcohol para pasar un buen rato con aquellos con los que compartiste algo más que una clase. Os quiero dar las gracias por hacer, a vuestro modo, que vuelva a casa con el alma llena. Y ya que estamos, reconozco que cariño se os sigue teniendo. 

viernes, 17 de abril de 2015

Felicidad.

Hoy decido escribirle a la felicidad, porque me he cansado de escribir siempre de aspectos negativos, cuando me siento vacía, sola o desamparada. Hoy me planteo el reto de escribir sobre felicidad, un reto, sí, porque es más fácil escribir sobre la tristeza. 
Los momentos felices son aquellos que se comparten, compartes lo mejor de ti porque es lo bonito de ver, lo que se disfruta y, aun más, si se hace en compañía. Por contra, la tristeza es algo que siempre reservamos en la intimidad, o que compartimos con letras incapaces de descifrar. Nos pasamos la vida acumulando odio, rencor, frustración y teniendo orgullo siempre de más. Nos pasamos la vida convirtiendo en eterno algo que no debería serlo, y lo que debería serlo lo convertimos en efímero. Sí señores, recordamos antes un recuerdo triste que uno feliz, un momento de máximo dolor antes que un momento de máximo placer; y seguramente se recuerdan mejor experiencias traumáticas, pero es que escribir tus pequeños momentos de gloria también puede servir para recordarlos. Ahora mismo tengo más recuerdos tristes que felices, seguramente, por eso hoy quiero hacer memoria y escribir y compartir con vosotros algo de mis momentos de alegría, no solo las tristezas que os regalo siempre. Como toda persona, he tenido mis momentos de gloria en muchos sentidos, y me he sentido realizada, lo cual me ha llevado a la felicidad. Recuerdo mi primer entrenamiento con un equipo de fútbol de verdad; la primera vez que jugué un partido y marqué un gol; la primera vez que recogí un premio literario, un premio de los muchos que ganaba de pequeña por escribir, por hacer algo que ahora me hace tan feliz; el único abrazo que hasta ahora me he dado con mi hermano, suena trise al ser solo uno, pero fue un momento alegre; el día de mi premio excelencia por mis estudios; y los que más recuerdo han sido mis pequeños momentos de gloria encima de un escenario, dos minutos haciendo reír a la gente con un pequeño monólogo, porque me encanta reírme de mí misma y hacer reír al resto. Hoy vengo a deciros que "las pequeñas alegrías ni se alquilan ni se venden", como dice Rayden, pero sí se comparten y contribuyen en la felicidad de los demás. Que la felicidad está a la vuelta de la esquina y es nuestra decisión aprovechar cada momento para alcanzarla. En nosotros está el descubrir el lado bueno de las cosas, el saber ver la pequeña luz al final del túnel, saber reírse hasta en el más inoportuno momento. Hoy vengo a desearte, querido amigo y lector, que, al menos la risa, nos salve del dolor. 

lunes, 13 de abril de 2015

Cambios.

Negarse a cambiar es negarse a avanzar, negarse a la posibilidad de ser alguien mejor mañana. Cambiar no significa dejar de ser tú mismo; cambiar significa saber asumir que existen múltiples puntos de vista y que uno no es mejor que otro. Negarse a cambiar es cerrarse en cuerpo y alma, cerrarse en pretender seguir siendo la misma persona con las mismas ideas, es limitar el conocimiento y el entendimiento; es, en cierto modo, cerrarle una puerta a la felicidad. En la variedad está el gusto, y la diversidad nos hace ricos, no en dinero sino en inteligencia emocional. Y no, tener inteligencia emocional no significa ser un blando, conformarse con cualquier punto de vista o renunciar a ser tú mismo. La inteligencia emocional diferencia a las personas por facilitar eso de dejar huella. Tener inteligencia emocional significa asumir los cambios, entender que el pasado ya no existe, el futuro es impredecible y que es en el presente donde vives. Es entender que el cambio permite crecer y conocer mil puntos de vista diferentes para una misma situación. El cambio es importante y positivo; sin cambio no habría existido la Humanidad, sin cambio no hubiese habido evolución.

domingo, 12 de abril de 2015

La ilusión de la victoria.

Me mantiene viva la ilusión de una victoria entre tantas derrotas, la ilusión de un rayo de sol entre tanta tormenta, la ilusión de una luz verde entre tantas rojas, la ilusión de acariciar una rosa entre tantas espinas clavadas, la ilusión de una oportunidad entre tantos rechazos. Me mantiene viva la esperanza que dibujan tus ojos al mismo tiempo que me mata el puñal de tu sonrisa. Me alientan tus palabras de afecto y me acobardan las de odio. Me envalentona el deseo de resolver mis dudas, de saber si mi corazonada fue cierta o solo fue producto de mi ilusión, de si es verdad que siento o si es solo un engaño. Me desanima que seas mi musa y me animan tus miedos. Sé que puedo hacer de quien se deje alguien mejor, que puedo enseñar y que me enseñen, que puedo aportar y que me aporten, que puedo completar y mejorar las partes que menos nos gustan de nosotros mismos, que puedo ayudar a superar miedos y a cumplir sueños con tan solo un voto de confianza. Sé cuánto valgo y que no es poco. Pienso, y no pocas veces, que pierdo el tiempo esperando la oportunidad de aportarte, de demostrarte que los años no pasan en vano, que todos cambiamos, que las cosas ya no son como hace tres veranos eran. Y contra todos estos pensamientos aparecen mis ganas de aportarte, de conocerte mejor, de que confíes, porque, aunque todos lo acabamos haciendo, todavía no te he fallado. Sé lo que me merezco y seguramente sea un trato quizá más amable que el tuyo. Pero me he acostumbrado a valorar cada pequeño gesto y cada pequeña muestra de afecto y he aprendido que en tu caso, menos siempre es más. He aprendido que no todo el mundo demuestra de la misma manera ni en la misma cantidad, que algunos son seguros en la oscuridad, ocultando las cicatrices que aseguran su grandiosidad, mientras que otros muestran todas sus heridas de guerra sintiéndose orgullosos de ellas. También he aprendido que el miedo es ese granito de arena del que nosotros hacemos la montaña, que no tiene nada bueno que aportarnos, que podemos vencerlos y acabar siendo de verdad nosotros mismos, que no hay mejor sensación que noquear a tus miedos y decir “aquí estoy yo”. Una palabra nunca valdrá más que un gesto, pero cuando la distancia separa los gestos quedan sustituidos por las palabras. Y más vale una palabra sincera y una vez a las mil, que mil palabras bonitas a cada rato que estén vacías. Aprecio tus pequeños gestos, por favor, aprecia los míos.

sábado, 11 de abril de 2015

Dos miradas.

Entre música, tacones, bailes y maquillaje dos miradas. Dos miradas que se encontraron de casualidad y conectaron. Dos miradas que se desnudaban el alma, que se deseaban, que se inquietaban, que se hacían sentir grandes y pequeñas a la vez, que se encargaban de reducir el mundo a sus respectivas pupilas. Dos miradas verde oliva, aunque entre tanto láser y luz intermitente era difícil averiguar. Dos miradas buscándose a cada segundo, añorándose mientras no se viesen, dos miradas penetrándose mutuamente. Dos miradas que inquietaban a cualquiera que las observara, dos miradas que se conocían de mucho aunque no les unía nada. Dos miradas que se hablaban mientras intentaban seguir el ritmo de la música. Dos miradas que no eran extrañas, que no era la primera vez que se miraban. Dos miradas, ni una palabra.

jueves, 9 de abril de 2015

Amor archivado.

Hoy te escribo, al igual que lo hice ayer, como tanto tiempo llevo haciéndolo; desde aquel día en el que la casualidad o el destino decidió cruzar nuestros caminos. Y te escribo desde el primer momento que cambiaste el ritmo de mis latidos, que lo detenías y acelerabas a tu antojo. Hoy, y como tantos otros días, decido emplear mi tiempo en buscarte entre las sombras de la noche, en rescatar tu figura de los trozos de mi memoria, en reconstruir tu imagen de un recuerdo cada vez más difuminado. Hoy vengo a preguntarte por qué tú y por qué de aquella manera. Hoy vengo a decirte que sí, que era amor, a pesar de que tú no me creyeras nunca. ¿Y sabes por qué lo sé? Porque eras mi primer pensamiento al despertar, la primera imagen en venir a mi mente, la persona en quién pensaba justo antes de dormir, la persona con la que tantas veces soñé compartir mi vida. Eras la mirada que buscaba distraída entre miles de miradas y ninguna que se pareciese a la tuya. Eras la chispa de mi fuego, la razón de vivir un verano en el invierno más gélido de todos los tiempos, la razón de que me ardieran las mejillas. Eras la dueña de todas y cada una de las mariposas que revoloteaban en lo más profundo de mi ser; y no, no eran pocas. Tú fuiste la causa de mi constante tembleque de piernas al verte, de mi estúpida sonrisa al verte, de la adicción a perderme en la noche que simulaba tu mirada, de mi obsesión con tu pelo, tu voz y tus besos. Has sido la causa de muchos de mis versos, y muchos de mis textos. Tú has sido la llave que abrió las puertas a mi mejor y peor verano. Tú has sido la causa de mil alegrías y mil y una penas, has sido la causa de mil sonrisas y mil y una lágrimas, has sido la causa de mil sueños y mil y una pesadillas. Has sido esa roca de la que todos nos encariñamos, esa roca que tanto nos obstaculiza pese a ser minúscula, has sido el granito de arena del cual he hecho una montaña; y no, no me arrepiento. No me arrepiento de haber dado el cuerpo y el alma por ti, de haber confiado en ti tan ciegamente pese a clavarme mil puñales que no dolerían hasta mucho más tarde. No me arrepiento de haber tropezado contigo porque eso me hizo grande, mucho más grande de lo que era en aquel momento. No me arrepiento de que seas un escalón más, aunque destacable, de todos los que he subido. Para nada. Hoy te escribo la última de todas nuestras cartas, aunque no sé por qué digo nuestras, si nunca leíste ninguna de mis letras. Hoy te escribo la última, mi despedida, esa que ya fue la tuya hace muchos años; pero ya sabes, un corazón hecho trizas no cicatriza tan fácil como parece. Hoy te escribo las últimas letras de nuestra historia escrita con tinta invisible en páginas transparentes. Hoy no borro tu recuerdo, pero lo archivo junto con los otros recuerdos que me hicieron grande a base de palos. Hoy archivo tu sonrisa, tu mirada, tu fragancia, tu voz, tus palabras, tu perfume, tu tacto, tus caricias, tus manías y mi manía de recordarte a cada rato. Hoy mato mis ganas de encontrar tu mirada, mis sueños con compartir mi vida contigo, mis ganas de convertir un recuerdo en algo real, mis ganas de volver a tenerte en mi vida. Hoy entiendo que no merece la pena que te escriba, ni que siga pensando que para ti fui alguien importante. Hoy entiendo que aunque me hiciste grande, eres parte del pasado y no te mereces ni un segundo de mi presente. Hoy, y después de mucho tiempo, por fin te digo adiós. 

martes, 7 de abril de 2015

Amores.

Hay amores destinados a ser eternos en alma aunque no lo sean en cuerpo. Hay amores que se cuecen a fuego lento y nunca terminan de cocerse y otros, que por cocerse a fuego rápido, se queman y se convierten en cenizas en cuestión de segundos. Hay amores destinados a encontrarse pese a los tropiezos en el camino y otros, quizá los más queridos y deseados, que morirán sin haberse visto ni un instante. Hay amores responsables de aquellos que viven de noche, de poemas y versos en el aire, de besos lanzados a través de una ventanilla de coche o tren, de noches entre sábanas, de sonrisas y miradas en una misma almohada. Hay amores encargados del dolor, de asesinarte el alma con cada mirada, de dejarte sin aliento con cada movimiento, de desestabilizar tus latidos con tan solo un suspiro. Hay amores que queman como el fuego o el hielo, otros que hieren como caminar sobre cientos de cristales rotos, otros que te hacen sentirse poderoso y hay amores que te absorben la vida. Hay amores capaces de amueblarte la vida, de curar aquellas heridas que jamás pudieron cicatrizar, de llenar tu vida de acción y de instantes dignos de un recuerdo. Hay amores comparables a bravura del mar y sus olas, comparables al peor de los huracanes o volcanes, encargados de revolverlo todo y cambiarte la vida para mejor o peor, pero para siempre. Hay amores que pasarán desapercibidos, que nunca mostrarán que han existido. Hay amores que prefieren permanecer ocultos y consiguen dominar la increíble fuerza de este desconocido sentimiento. 
El amor es un huracán de mariposas, un popurrí de sentimientos; es deseo, odio, lealtad, fidelidad, admiración, rencor, celos, remordimiento, placer, sufrimiento, dolor, felicidad, tristeza, cobardía, valentía, seguridad, confianza, miedo, traición... Para mí el amor es esa fuerza capaz de hacernos rozar el cielo con la yema de los dedos mientras rozamos el infierno con la planta de los pies. 

A veces.

A veces me pregunto
qué será aquello
que tu mirada mantiene oculto
o si de verdad tanto vale
lo que esconden tus pupilas
color negro azabache.
A veces siento
que moriría por abrazarte
y otras,
que te estrangularía hasta matarte.
A veces te mataría, sí,
pero a besos
y otras veces
deseo quitarte del medio.
A veces te odio
desde lo más profundo de mi pecho
y otras veces te quiero
y te lo demuestro con un verso.
A veces te echo de menos
con el miedo que me da
que tú me eches de más.
Quiero perderme en tus pupilas,
buscar en ellas tu enigma,
sueño encontrar tu secreto
y revelar al fin tu misterio.

viernes, 3 de abril de 2015

Memorias "hechas trizas". Memorias que hablan de ti.

Añoro que me sonrieras así como tú solías hacerlo, que te sonrojaras y al mismo tiempo hicieras que me sonrojase. Añoro sentir hasta las orejas ardiendo solo con una mirada tuya. Añoro perderme en la infinidad de tus dos ojos negros, que tu mirada se me clavara y no pudiera dejar de mirarla. Añoro esos días en los que me desnudabas el alma sin tocarme, en los que tu mirada me hacía sentirme gigante, importante e inmortal en este insignificante mundo de mortales. Añoro eso de mirarte a los ojos y reducir el mundo a tu alma. Añoro desprenderme del suave tacto de tu mirada con el miedo que me causaba no volverlo a sentir nunca. Añoro tu sonrisa, tu manera de caminar, tu fragancia, tu suave brisa, tu perfecto tacto, tu rasgada voz, tu manía de llamarme como nadie lo hacía. Añoro las despedidas en las que nos girábamos al mismo tiempo para vernos una última vez. Añoro el tembleque de piernas que siempre me causabas. Añoro la sensación de sentir que el estómago se me deshacía o que vomitaría infinidad de mariposas, o murciélagos, porque aquello era exagerado. Añoro apoyarte incondicionalmente, añoro dar por ti la piel y el alma, darlo todo aun a riesgo de quedarme vacía. Mi corazón añora tus abrazos, pues eras la única capaz de unir de nuevo todos sus pedazos. Ahora sigue quebrado, hecho trizas. Lo único que me queda de ti es tu recuerdo y nuestra historia escrita con tinta invisible en páginas transparentes. También añoro añorarte de la manera en que lo hice nuestro último verano, recordarte con tanto detalle como lo hacía antaño, escribirte páginas y páginas, como aquellas que te escribí y guardaste sin importancia en el último cajón, ese cajón donde se guarda todo lo que va a ser olvidado en poco tiempo. Eres un recuerdo que sigue y seguirá vivo mientras siga teniendo memoria, y para ti sé que solo soy un escalón más. Pero sé que me quisiste, me desnudabas el alma cada vez que me mirabas y eso, eso no lo ha vuelto a hacer cualquiera. Aparece de la nada y dime que me quieres, o que me quisiste pero éramos demasiado jóvenes e inmaduras. 

Y otra vez he vuelto a escribirte, he vuelto a recordarte y a gritarte en silencio aquello a lo que siempre hacías oídos sordos. He vuelto a llamarte desde el silencio y a sentir aquella sensación, a sentir que se aceleraba el latido de mi corazón. Otra vez he vuelto a aquellas memorias que juré haber hecho trizas pero nunca me atreví a tocar. 

miércoles, 1 de abril de 2015

Gracias.

He aprendido que un abrazo, rodear con un brazo por la cintura o por el hombro a alguien, un beso, una palabra de ánimo y hasta una sonrisa, son capaces de transmitir ganas, ilusión y apoyo. He aprendido a valorar lo poco que tengo y a multiplicar su significado, a exprimir hasta la última gota de cada apoyo. Cuesta creer que aquello que esperas encontrar dentro sea lo primero que te den fuera, y aunque para muchos sea un pelmazo, para mí es algo necesario. Se agradece que alguien te empuje y te redirija cuando has perdido el norte, cuando no ves el camino, cuando ves que da igual cuánto andes porque nada avanzas. Se agradece aunque sean apoyos que vengan de los lugares más lejanos e insospechados. 
Y de repente llega un día en el que encuentras el camino y puedes avanzar aunque sean solo unos pequeños pasos, en el que te sientes grande y sientes que van a ti con todo, que te apoyan en cuerpo y alma. Llega un día en el que sientes que eres importante y en el que recuerdas que eres tú el capitán de tu barco y el creador de tu destino. Llega un día en el que no encuentras las palabras adecuadas para agradecer tan pequeño gesto para aquél que me lo brinda, pero tan gigante gesto para mí, que lo recibo. 
Tras todo esto llegas a la conclusión de que, de alguna manera y con algún tipo de magia, han sabido escuchar mi silencio y darme aquello, aunque sea solo un segundo, que tanto tiempo he pedido a gritos tapándome la boca. Tras todo esto te das cuenta de que sigues siendo humano y de que aun queda gente que lo sigue siendo. Te das cuenta de que sientes y padeces como el que más, a pesar de que estés acostumbrado a no mostrarlo. Te das cuenta de lo que llena un gesto tan pequeño como puede ser un abrazo cuando tras él sientes algo que no estás acostumbrado a sentir y deberías estarlo. Me hace grande que confíes en mi de esa manera tan ciega sin apenas conocerme. Por mí, claro, pero también por ti. Este triunfo ,para el que lucharé con cuerpo y alma, con uñas y dientes, con ganas o sin ellas, también va por ti.