miércoles, 1 de julio de 2015

Extraño por conocer.

Quería escribir por mí, pero sobre todo por ti. Quería escribir para decirte que sigues teniendo hueco en aquello a lo que llamamos corazón pero yo prefiero llamar vida. Quería escribirte para decirte que no le caben más mensajes a la luna y que al final voy a intimidar a las estrellas de tanto mirarlas. Quería decirte que vuelvo a desnudar margaritas preguntándoles si me quieres o ya me has olvidado. Quería rogarle a la nada que me devolviese tu todo, porque me noto vacía sin ti, rota sin tus abrazos, débil sin tus manos y sedienta sin tus labios. Quería apagar el sol y que tuvieses siempre que quisieses la noche, y que escribieses para la luna y así pudiese leerlo. Quería demostrarte que tenía tanto para darte, que de tanto enseñarlo me quedé sin nada. Quería cumplir todos y cada uno de tus sueños, prometí no fallarte nunca y creo recordar que fue lo que más hice. Prometí volver, pero me fallaron las ganas y me pudo el miedo a ver las heridas que yo misma causé en tu vida. Juré que te miraría a los ojos, que te enseñaría qué es lo que escondo, pero me limité a ser la cobarde que un día dijiste que era y miré al horizonte, allí donde tus ojos no alcanzaban a ver mi alma. Y ahora sueño que eres tú la que vuelve y yo la valiente, la que te busca hasta encontrarte, la que te mira a los ojos y te dice que confía en ti con la mirada, la que te abraza y acaricia hasta dormir, la que te besa hasta las heridas, la que sueña para ti y contigo. Ahora es mi cama la que te llama, mis sábanas las que desean arroparte y mis paredes las que quieren ser testigos de aquello que siempre buscamos y nunca encontramos, de aquello propio de los locos, de aquello que nos atrevemos a definir, de aquello que llamamos amor. Amor... Suena hasta extraño que hablemos de latidos con corazones llenos de marcapasos, que hablemos de miradas cuando cerramos los ojos a lo desconocido, que hablemos de amor sin intentar amarnos a nosotros mismos. Extraño que llamemos locos a aquellos que se lanzan al vacío, a quienes se aman lo suficiente como para regalarnos amor. Extraño, o quizá loco, que llamemos locos a los únicos que deciden vivir. 

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