lunes, 13 de julio de 2015

Tu destino, mi camino.

A lo que tú llamas Dios yo lo llamo vida. Al igual que lo que para ti significa destino, para mí tan solo es mi camino. Siempre me pareció de almas débiles o cobardes creer ciegamente que todo está escrito. Siempre me pareció una debilidad creer que somos marionetas de un señor llamado Dios, pero quizá es el único atisbo de esperanza, la única manera de seguir respirando, de las almas que han perdido hasta el sentido. Recurrir a Dios y a la gracia divina como única solución para aquellos que temen al suicidio pero ya se les ha acabado la vida. Como si fuera el último rayo de sol, la última noche con luna, la última estrella del cielo, la última gota de sangre, la última bocanada de aire, la última pizca de esperanza; como si Él fuese la salvación, como si viviésemos porque al Señor se le antoja, como si nosotros no fuésemos responsables de nuestros actos, como si no tuviésemos la potestad de elegir qué camino seguir, como si fuésemos ciegos y el más extraño de todos los seres nos guiara. Que en mi camino no existen altares ni tumbas, ni cielos ni infiernos, ni ángeles ni demonios. En mi camino existen tropiezos que yo misma supero, porque aprendo de mi error y no porque le ruego a un creador que construya los senderos por mí. Quizá no es debilidad, sino enfermedad. Quizá creer que existe un Dios es propio solo de las almas carentes del deseo de la vida. Vivir un hoy pensando en un cielo o un infierno, en un juicio en el momento exacto en el que mueres, en qué harás antes de tu último aliento para asegurarte una cama entre las nubes; quizá creer en algo que no ves, en que hay alguien que guía tu vida, en que alguien te creó a partir de barro, es símbolo de desprecio por la vida. Y no lo digo yo, ya lo dijo Nietzsche. 
Admiro a todos aquellos que tienen fe, que creen en algo que no ven, admiro que estén tan seguros de que hay alguien que maneja nuestros hilos cual marionetas fuéremos. Admiro a los que tienen fe en lo divino, porque yo tengo fe en ti y ni si quiera se han cruzado nuestros caminos. 

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