domingo, 31 de mayo de 2015

Los gigantes de los pequeños gestos.

Todos damos una imagen que muchas veces no se corresponde. ¿Sabéis? Siempre he sabido que la mía no se corresponde, pero aun así nadie tiene por qué dudar de que seamos humanos aun sin parecerlo. Hoy se han reído en mi cara cuando he dicho ser alguien sensible, y realmente me da igual. Siempre pensé que esa era mi coraza, que era algo que me impedía ser siempre igual, pero ahora es algo de lo que me siento orgullosa. Es algo que me permite distinguir entre aquellos que merecen la pena y los que no, entre aquellos que saben leer las miradas, que saben ver más allá de las corazas, que saben buscar y encontrar la esencia. Me permite quedarme con aquellos que apostaron por mí, que me dieron la oportunidad de mostrarme cómo soy realmente, y era algo que no me pasaba desde hacía bastante. Hoy me he sentido a gusto, y me he dado cuenta de que hay personas que simplemente sabes que no te fallarán durante el tiempo que estén en tu vida, que creerán en ti incluso cuando tú no lo hagas. De repente te cruzas con aquellos que saben observar. Te quedas con aquellos que se dieron cuenta de que las cerraduras de tu coraza no servían de nada, que no había llave capaz de encajar en ninguna de ellas. No había llave porque no había nada que no se pudiese abrir con un voto de confianza, con un poco de tacto, descubriendo poco a poco todo lo que se esconde dentro. Y te llenan. Te llenan de tal manera que sientes que te quedarás lleno para siempre, porque aunque algún día se vacíe tan solo su recuerdo lo volverá a llenar. Pequeños observadores, pequeños gestos, pero gigantes consecuencias.  

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