Todos damos una imagen que muchas veces
no se corresponde. ¿Sabéis? Siempre he sabido que la mía no se
corresponde, pero aun así nadie tiene por qué dudar de que seamos
humanos aun sin parecerlo. Hoy se han reído en mi cara cuando he
dicho ser alguien sensible, y realmente me da igual. Siempre pensé
que esa era mi coraza, que era algo que me impedía ser siempre
igual, pero ahora es algo de lo que me siento orgullosa. Es algo que
me permite distinguir entre aquellos que merecen la pena y los que
no, entre aquellos que saben leer las miradas, que saben ver más
allá de las corazas, que saben buscar y encontrar la esencia. Me
permite quedarme con aquellos que apostaron por mí, que me dieron la
oportunidad de mostrarme cómo soy realmente, y era algo que no me
pasaba desde hacía bastante. Hoy me he sentido a gusto, y me he dado
cuenta de que hay personas que simplemente sabes que no te fallarán
durante el tiempo que estén en tu vida, que creerán en ti incluso
cuando tú no lo hagas. De repente te cruzas con aquellos que saben
observar. Te quedas con aquellos que se dieron cuenta de que las
cerraduras de tu coraza no servían de nada, que no había llave
capaz de encajar en ninguna de ellas. No había llave porque no había
nada que no se pudiese abrir con un voto de confianza, con un poco de
tacto, descubriendo poco a poco todo lo que se esconde dentro. Y te
llenan. Te llenan de tal manera que sientes que te quedarás lleno
para siempre, porque aunque algún día se vacíe tan solo su
recuerdo lo volverá a llenar. Pequeños observadores, pequeños
gestos, pero gigantes consecuencias.
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