Pasa que siempre perdemos trenes que
estuvieron esperando en nuestra estación durante meses, perdemos
oportunidades por querer vivir con los ojos vendados, acabamos
perdiendo a quien daría todo por nosotros por empeñarnos en
demostrar a quien no quiere que le demuestren. Perdemos
oportunidades, momentos y tiempo por no ser claros, por no mostrar un
sentimiento la mayoría de veces por miedo, por dejar todo a nuestro
entendimiento, por creer que todo el mundo entiende la magia de la
misma manera. Lo ingenuos que somos a veces, ¿eh? Que no cuesta nada
llamar a cada cosa por su nombre, abrir tu corazón a quien quieres
abrirlo, mostrar al resto que todos sentimos y padecemos, aunque
algunos más y otros menos. No cuesta nada dejarse llevar y fallar,
intentar y errar, que no cuesta nada estar dispuesto a aprender cada
cosa a su debido tiempo. Que aunque cueste, no sirve de nada
esconderse tras muros de odio, miedo y rechazo; que no sirve de nada
desarrollar una coraza a prueba de balas, que te la destrozan con una
mirada, que te la agrieta una sonrisa de quien menos la esperabas,
que con el arma indicada te falla. Es cierto que tendremos que elegir
entre claridad y magia o entre balas y esperanza, y es que a veces es
necesario tener algo más que los pies en la tierra. Pasa que siempre
acabo escribiéndote y odiándome por ello, pensando que no te
mereces ninguna de mis letras ni ninguno de mis textos, que mi cuenta
de cariño siempre está en números rojos si se trata de ti, pero
que nunca tuve opción de elegir, que entre mil te sigo prefiriendo a
ti. Sigo anclada en nuestro último abrazo, en nuestra última
palabra cara a cara, en nuestra última sonrisa, en nuestra última
mirada. Sigo teniendo la misma duda de siempre y las ganas de
resolverla siguen siendo intermitentes, que de ti dependen. Me muero
de ganas de saber cómo serán las cosas la próxima vez que te vea,
si es que hay próxima, de si habrá alguna mirada de esas que hablan
sin decir nada, de si todo será igual o diferente a como fue hace un
tiempo. Que hoy te lo dedico a ti, a la niña del miedo a saltar al
vacío sin que nadie la acompañe, a la niña con la voz de ángel.
Hoy te escribe, niña, la que hoy te escribe a ti pero mañana nadie
sabe.
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