Llevaba tanto tiempo fingiendo que no
me importaba nada, que me daba igual todo lo que pasase a mi
alrededor, que ahora me doy cuenta de lo intenso que ha sido para mí
todo esto. Es ahora cuando sé que me va a costar desprenderme de
todos y cada uno de vosotros porque aun no ha llegado el momento y ya
se me caen las lágrimas. Ya no puedo fingir que no sois nada para
mí, ya no puedo seguir soñando que esto nunca acaba, porque está
llegando a su fin. Que nunca pensé que unos meses diesen para tanto.
Cada sonrisa, cada carcajada, cada pique, cada enfado, cada llanto,
cada rabieta, cada indignación; cada momento, va llegando a su fin.
Me cuesta admitirlo, como todo lo que me llega, pero vosotros habéis
sabido llegarme, llenar algo que hacía tiempo que estaba vacío. Que
aunque no lo diga nunca, os voy a echar de menos. A lo tonto a lo
tonto, como quien no quiere la cosa, como esa llovizna que no moja
pero a la larga empapa, os habéis ido colando y habéis sabido
llegar hasta el fondo. Nunca me lo planteé, nunca llegué a
pensarlo, pero las pequeñas cosas, las pequeñas sorpresas, son las
que marcan la diferencia y, vosotros, sois esas pequeñas sorpresas.
Poco tiempo, pero intenso. Haber compartido algo más que un pupitre,
haberos conocido aunque no sea del todo, pero sí una parte de
vosotros. Me cuesta encontrar las palabras, y más ahora, que se
acaba todo esto, que continuamos todos, o sino la mayoría, por
caminos diferentes. ¿Qué será de vosotros? ¿Qué será de mí?
¿Qué será de nosotros? Os deseo lo mejor, porque os lo merecéis.
Os lo digo poco, o a lo mejor ni si quiera os lo he dicho, pero os
quiero, desde dentro, esa forma de querer que sueles apreciar cuando se
acaba. Gracias por cada riña, por cada bronca, por despertarme
aunque no siempre me lo haya tomado bien. Gracias por preocuparos,
cada uno a vuestra manera. Os deseo lo mejor, desde el corazón, con
sinceridad. “Volveremos a vernos, en el mar, en la tierra, ¡donde
sea!”. En el alma hasta que mi memoria quiera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario