jueves, 19 de febrero de 2015

Ya no eres tú.

Déjame decirte que no es por ti por quien sueño, que ya no eres la musa de mis versos y que no eres tú quien recita mi poesía. Déjame recordarte que no son mis ojos los que te buscan, que no es mi sed la que necesita ser calmada y que no es mi silencio el que grita tu nombre. Que ya no son mis brazos los que refugian tu alma, ni tu risa la que despierta mi vida. Que ya no eres causa de mis latidos, que ya no es tu canción la razón de mis bailes, ni tu baile en mis caderas el motivo de mis suspiros. Asume que ya no recuerdo tu nombre, ni si quiera de dónde vienes, ni me pregunto cuál será el secreto que escondían tus caricias. Ya no recuerdo el tacto de tu piel, las estrellas no recuerdan nuestra peculiar manera de amarnos y la luna ganó la lucha que emprendió con tu mirada. Ya he vomitado tus alas y escupido tus mariposas, ya no me duele tu silencio y hace tiempo que dejé de clavarme tu espina. Perdí el miedo a arrancar rosas, a hablar con palabras de hielo y a romper esa barrera y liberar el miedo. Cedí ante el ansia de libertad de mi alma y juro nunca más volverla a encerrar. Ya no le ruego a la nada por tus besos porque ni si quiera recuerdo el sabor de tus labios. Ya no es tu boca la que sacia mi sed ni tus manos las que calman mis deseos. Me refugié del invierno con la hoguera que hice de tus recuerdos y enterré las brasas de nuestro amor. Ya no hay paredes de miedo, ni cárceles de odio ni senderos de traición. Ahora hay almas libres, sueños dispuestos a cumplirse y sonrisas dispuestas a cantar al mismo tempo la oda a la felicidad. Transformé tu rencor en mi amor y, desde entonces, guardo en mi corazón nuestros momentos felices. Ahora adorno mi existencia con pinceladas de tu escasa presencia y conservo en un frasco la única gota de tu esencia cuya finalidad es no olvidar que un día fuimos barco navegando en alta mar. 

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