lunes, 16 de febrero de 2015

¿Amor?

Juraba quererte sin saber qué era querer. Y ni si quiera ahora, después de tantos besos y orgasmos, sé lo que es querer y; menos aun, qué significa hacerlo bien. Y aunque siga sin saber qué es querer, sé muy bien lo que no es. Ahora entiendo que quererte no implicaba que tú me quisieras y que soñar con soñarte no era soñar contigo. Y es que aquello que yo llamaba amarte era obsesión, incomprensión, mil de celos y cero de amor. Pero eso era de todo menos lo que aparentaba ser. Era comparable al deseo de un niño por un jugete nuevo; ese que maltrata y olvida una vez conseguido. ¿Y cómo eso podía ser amor? Amor sería quererte cada día más fuerte; entregarte el cielo, el infierno, la luna, el sol y las estrellas; dar la vida y el último aliento; crear y sanar heridas; provocar y secar lágrimas. También es tirar y aflojar, dar tu brazo a torcer y entregar el alma a quien te hizo volver a nacer. Amor es eso que te hacer arder por dentro y perder la noción del tiempo; es eso que crea tormentas de mariposas y huracanes de sentimientos con el don de dejar, tras su paso, todo revuelto. Justamente, todo eso, no lo sentía por ti. Quizá fue el enigma de tus ojos oliva lo que me hizo perder la cordura; o tu enorme coraza la que me invitaba a pensar que era enorme el valor de lo que conseguía ocultar. Te marchaste sin llevarte nada de mí, entonces entendí que era imposible que sintiese lo que juré sentir. Y ahora te doy las gracias, niña, porque cuando te alejaste me enseñaste que no se puede obligar a un corazón a latir, ni retener un alma que quiere partir. 

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