jueves, 12 de febrero de 2015

Mi camino.

Me alimento de letras, nado entre versos y respiro poesía. No me asustan los versos rotos ni los poemas a trozos. Huyo de tormentas, de intranquila consciencia y de violentas pesadillas. Camino entre rosas pisando espinas, acaricio brisas y desprendo sonrisas. Me protejo de balas desplegando las alas. Me acurruco entre miradas, me arropo entre suspiros y miro las mil miradas que hay en el cielo. Ya no quiero besos ni miradas que hablan sin decir nada. No quiero mensajes susurrados al aire, hace tiempo que regalé mis sueños y desde entonces no sé descifrar acertijos. Ya no distingo cada una de tus sonrisas, y tampoco soy capaz de interpretar tus miradas. Ya no vuelo, pero tampoco quiero. Dejé de pisar nubes y de alimentarme de algodón. Respiré veneno soportando puñales cuya única intención era derrumbarme. Seguí adelante sanando las heridas con la poca poesía que aun quedaba en mis retinas. Y sigo topándome con balas disparadas por miradas dispuestas a romper mis versos y hacer que sangre mi poesía, pero no me importa. Ya no me ahogan las gotas de envidia que empapan mi rutina. Ya no destruyen mi barco ni las balas, ni las lanzas, ni las flechas de tu arco. Mis alas resurgen de tu odio al igual que el ave Fénix resurge de sus cenizas. Ya no hay viento que pueda con esta flor de fino tallo, porque lo que el viento no sabe es el poder de mis raíces. Ya no hay fuego que haga de mí cenizas, ni nada que deje mi alma de nuevo hecha trizas. Hay cicatrices pero ni una gota de sangre. La sangre quedó en el camino y con ella el miedo, las promesas a medias y los versos rotos. Prometo no mirar atrás si no es para hacerme más fuerte. ¿Y tú? ¿Me lo prometes?

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