viernes, 3 de abril de 2015

Memorias "hechas trizas". Memorias que hablan de ti.

Añoro que me sonrieras así como tú solías hacerlo, que te sonrojaras y al mismo tiempo hicieras que me sonrojase. Añoro sentir hasta las orejas ardiendo solo con una mirada tuya. Añoro perderme en la infinidad de tus dos ojos negros, que tu mirada se me clavara y no pudiera dejar de mirarla. Añoro esos días en los que me desnudabas el alma sin tocarme, en los que tu mirada me hacía sentirme gigante, importante e inmortal en este insignificante mundo de mortales. Añoro eso de mirarte a los ojos y reducir el mundo a tu alma. Añoro desprenderme del suave tacto de tu mirada con el miedo que me causaba no volverlo a sentir nunca. Añoro tu sonrisa, tu manera de caminar, tu fragancia, tu suave brisa, tu perfecto tacto, tu rasgada voz, tu manía de llamarme como nadie lo hacía. Añoro las despedidas en las que nos girábamos al mismo tiempo para vernos una última vez. Añoro el tembleque de piernas que siempre me causabas. Añoro la sensación de sentir que el estómago se me deshacía o que vomitaría infinidad de mariposas, o murciélagos, porque aquello era exagerado. Añoro apoyarte incondicionalmente, añoro dar por ti la piel y el alma, darlo todo aun a riesgo de quedarme vacía. Mi corazón añora tus abrazos, pues eras la única capaz de unir de nuevo todos sus pedazos. Ahora sigue quebrado, hecho trizas. Lo único que me queda de ti es tu recuerdo y nuestra historia escrita con tinta invisible en páginas transparentes. También añoro añorarte de la manera en que lo hice nuestro último verano, recordarte con tanto detalle como lo hacía antaño, escribirte páginas y páginas, como aquellas que te escribí y guardaste sin importancia en el último cajón, ese cajón donde se guarda todo lo que va a ser olvidado en poco tiempo. Eres un recuerdo que sigue y seguirá vivo mientras siga teniendo memoria, y para ti sé que solo soy un escalón más. Pero sé que me quisiste, me desnudabas el alma cada vez que me mirabas y eso, eso no lo ha vuelto a hacer cualquiera. Aparece de la nada y dime que me quieres, o que me quisiste pero éramos demasiado jóvenes e inmaduras. 

Y otra vez he vuelto a escribirte, he vuelto a recordarte y a gritarte en silencio aquello a lo que siempre hacías oídos sordos. He vuelto a llamarte desde el silencio y a sentir aquella sensación, a sentir que se aceleraba el latido de mi corazón. Otra vez he vuelto a aquellas memorias que juré haber hecho trizas pero nunca me atreví a tocar. 

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