jueves, 9 de abril de 2015

Amor archivado.

Hoy te escribo, al igual que lo hice ayer, como tanto tiempo llevo haciéndolo; desde aquel día en el que la casualidad o el destino decidió cruzar nuestros caminos. Y te escribo desde el primer momento que cambiaste el ritmo de mis latidos, que lo detenías y acelerabas a tu antojo. Hoy, y como tantos otros días, decido emplear mi tiempo en buscarte entre las sombras de la noche, en rescatar tu figura de los trozos de mi memoria, en reconstruir tu imagen de un recuerdo cada vez más difuminado. Hoy vengo a preguntarte por qué tú y por qué de aquella manera. Hoy vengo a decirte que sí, que era amor, a pesar de que tú no me creyeras nunca. ¿Y sabes por qué lo sé? Porque eras mi primer pensamiento al despertar, la primera imagen en venir a mi mente, la persona en quién pensaba justo antes de dormir, la persona con la que tantas veces soñé compartir mi vida. Eras la mirada que buscaba distraída entre miles de miradas y ninguna que se pareciese a la tuya. Eras la chispa de mi fuego, la razón de vivir un verano en el invierno más gélido de todos los tiempos, la razón de que me ardieran las mejillas. Eras la dueña de todas y cada una de las mariposas que revoloteaban en lo más profundo de mi ser; y no, no eran pocas. Tú fuiste la causa de mi constante tembleque de piernas al verte, de mi estúpida sonrisa al verte, de la adicción a perderme en la noche que simulaba tu mirada, de mi obsesión con tu pelo, tu voz y tus besos. Has sido la causa de muchos de mis versos, y muchos de mis textos. Tú has sido la llave que abrió las puertas a mi mejor y peor verano. Tú has sido la causa de mil alegrías y mil y una penas, has sido la causa de mil sonrisas y mil y una lágrimas, has sido la causa de mil sueños y mil y una pesadillas. Has sido esa roca de la que todos nos encariñamos, esa roca que tanto nos obstaculiza pese a ser minúscula, has sido el granito de arena del cual he hecho una montaña; y no, no me arrepiento. No me arrepiento de haber dado el cuerpo y el alma por ti, de haber confiado en ti tan ciegamente pese a clavarme mil puñales que no dolerían hasta mucho más tarde. No me arrepiento de haber tropezado contigo porque eso me hizo grande, mucho más grande de lo que era en aquel momento. No me arrepiento de que seas un escalón más, aunque destacable, de todos los que he subido. Para nada. Hoy te escribo la última de todas nuestras cartas, aunque no sé por qué digo nuestras, si nunca leíste ninguna de mis letras. Hoy te escribo la última, mi despedida, esa que ya fue la tuya hace muchos años; pero ya sabes, un corazón hecho trizas no cicatriza tan fácil como parece. Hoy te escribo las últimas letras de nuestra historia escrita con tinta invisible en páginas transparentes. Hoy no borro tu recuerdo, pero lo archivo junto con los otros recuerdos que me hicieron grande a base de palos. Hoy archivo tu sonrisa, tu mirada, tu fragancia, tu voz, tus palabras, tu perfume, tu tacto, tus caricias, tus manías y mi manía de recordarte a cada rato. Hoy mato mis ganas de encontrar tu mirada, mis sueños con compartir mi vida contigo, mis ganas de convertir un recuerdo en algo real, mis ganas de volver a tenerte en mi vida. Hoy entiendo que no merece la pena que te escriba, ni que siga pensando que para ti fui alguien importante. Hoy entiendo que aunque me hiciste grande, eres parte del pasado y no te mereces ni un segundo de mi presente. Hoy, y después de mucho tiempo, por fin te digo adiós. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario