Hoy
te escribo, al igual que lo hice ayer, como tanto tiempo llevo
haciéndolo; desde aquel día en el que la casualidad o el destino
decidió cruzar nuestros caminos. Y te escribo desde el primer
momento que cambiaste el ritmo de mis latidos, que lo detenías y
acelerabas a tu antojo. Hoy, y como tantos otros días, decido
emplear mi tiempo en buscarte entre las sombras de la noche, en
rescatar tu figura de los trozos de mi memoria, en reconstruir tu
imagen de un recuerdo cada vez más difuminado. Hoy vengo a
preguntarte por qué tú y por qué de aquella manera. Hoy vengo a
decirte que sí, que era amor, a pesar de que tú no me creyeras
nunca. ¿Y sabes por qué lo sé? Porque eras mi primer pensamiento
al despertar, la primera imagen en venir a mi mente, la persona en
quién pensaba justo antes de dormir, la persona con la que tantas
veces soñé compartir mi vida. Eras la mirada que buscaba distraída
entre miles de miradas y ninguna que se pareciese a la tuya. Eras la
chispa de mi fuego, la razón de vivir un verano en el invierno más
gélido de todos los tiempos, la razón de que me ardieran las
mejillas. Eras la dueña de todas y cada una de las mariposas que
revoloteaban en lo más profundo de mi ser; y no, no eran pocas. Tú
fuiste la causa de mi constante tembleque de piernas al verte, de mi
estúpida sonrisa al verte, de la adicción a perderme en la noche
que simulaba tu mirada, de mi obsesión con tu pelo, tu voz y tus
besos. Has sido la causa de muchos de mis versos, y muchos de mis
textos. Tú has sido la llave que abrió las puertas a mi mejor y
peor verano. Tú has sido la causa de mil alegrías y mil y una
penas, has sido la causa de mil sonrisas y mil y una lágrimas, has
sido la causa de mil sueños y mil y una pesadillas. Has sido esa
roca de la que todos nos encariñamos, esa roca que tanto nos
obstaculiza pese a ser minúscula, has sido el granito de arena del
cual he hecho una montaña; y no, no me arrepiento. No me arrepiento
de haber dado el cuerpo y el alma por ti, de haber confiado en ti tan
ciegamente pese a clavarme mil puñales que no dolerían hasta mucho
más tarde. No me arrepiento de haber tropezado contigo porque eso me
hizo grande, mucho más grande de lo que era en aquel momento. No me
arrepiento de que seas un escalón más, aunque destacable, de todos
los que he subido. Para nada. Hoy te escribo la última de todas
nuestras cartas, aunque no sé por qué digo nuestras, si nunca
leíste ninguna de mis letras. Hoy te escribo la última, mi
despedida, esa que ya fue la tuya hace muchos años; pero ya sabes,
un corazón hecho trizas no cicatriza tan fácil como parece. Hoy te
escribo las últimas letras de nuestra historia escrita con tinta
invisible en páginas transparentes. Hoy no borro tu recuerdo, pero
lo archivo junto con los otros recuerdos que me hicieron grande a
base de palos. Hoy archivo tu sonrisa, tu mirada, tu fragancia, tu
voz, tus palabras, tu perfume, tu tacto, tus caricias, tus manías y
mi manía de recordarte a cada rato. Hoy mato mis ganas de encontrar
tu mirada, mis sueños con compartir mi vida contigo, mis ganas de
convertir un recuerdo en algo real, mis ganas de volver a tenerte en
mi vida. Hoy entiendo que no merece la pena que te escriba, ni que
siga pensando que para ti fui alguien importante. Hoy entiendo que
aunque me hiciste grande, eres parte del pasado y no te mereces ni un
segundo de mi presente. Hoy, y después de mucho tiempo, por fin te
digo adiós.
No hay comentarios:
Publicar un comentario