miércoles, 9 de mayo de 2018

Incendio.

Solían ser tus sonrisas mi musa, ahora lo son las balas que han llenado de agujeros mi cuerpo y no me dejan dormir. El estruendo de tus bombas declarándome la guerra fue mi despertar. Tengo los ojos llenos de polvo, has convertido los senderos en trincheras y ahora me da miedo estar en tierra de nadie: no sé qué es peor, si tu fuego amigo o mi soledad.

No sé si quisiste ondear tu bandera blanca o si simplemente anunciaste tu victoria; inevitable no ganar teniendo en cuenta que me desarmaste primero para acribillarme después. Atacaste de espaldas y cuando el amigo dormía: cobarde.

Me niego a sentirme culpable por vivir en medio del caos; fueron tus miedos los que destrozaron nuestra ciudad, y ahora no tienes derecho a pedirme nada: ni si quiera que luche por ponerme a salvo. 

Somos un bosque incendiado y no por causas naturales. Eres la llama que, voluntariamente, decidió arrasar con todo. Ni si quiera mi lluvia es capaz de mitigar el escozor de las heridas.

Usa tu vida ahora para reparar el daño causado, usa el negro del paisaje para teñir tu rostro y no volver a acabar con nadie que no seas tú misma jamás.

El impacto de tu rayo no me anunció la tormenta. Mi casa está inundada y he perdido las paredes en medio de tanto desastre. No sé dónde voy: me borraste el camino y me soltaste en medio de la nada para desaparecer después.

Ruido, dolor y sangre: tu desastre, mi demolición.

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