domingo, 27 de mayo de 2018

Escucha tu silencio.


La peor batalla sucede con la boca cerrada, pero nunca en silencio pues no existe. Y, como en todas las guerras, hay víctimas, supervivientes y gente que se trastorna para toda su vida – me gustaría que tú estuvieras entre los del medio, los que sobreviven y saben sobreponerse al dolor.

Creo que los que mueren nunca vieron estallar la bomba; quienes se trastornan para siempre accionaron el detonador, el ruido los dejó sordos y ahora son incapaces de escuchar los gritos de sus monstruos pidiendo libertad, y al final con tanto monstruo acaban viviendo una constante pesadilla que solo incrementa cuando cierran los ojos.

Y los supervivientes… Los supervivientes simplemente escriben la historia, te cuentan el dolor, las heridas, el tiempo en el hospital, las pesadillas, el ruido de su silencio, y cómo, al final, aprendieron a liberar a los monstruos y llegaron hasta hoy. Se adaptaron a la situación, reconocieron tener un problema y consiguieron identificar qué les hacía daño.

Entendieron que los problemas nunca se solucionan huyendo, sino que se hacen más grandes, y que a veces el parche de la distancia sirve para crecerte antes de plantarle cara a tus monstruos: no son más que el reflejo de tus entrañas.
Escucha lo que tienes que decirte, a veces hará daño y otras muchas será la sensación más reconfortante que jamás hayas experimentado. En definitiva, no pospongas tus alarmas, si suenan es porque hay algún fallo, porque ha salido humo de un incendio mal apagado, y si no le prestas atención arrasará con todo de nuevo.

Tu ruido no es nada más que tu silencio intentando ser él. De puertas para afuera es fácil reír de un chiste, de una caída, de una situación ridícula. De puertas para adentro es muy difícil recordar como anécdotas todo aquello que te hizo daño.

Comprendes que has superado los daños cuando, hablando de ellos, duelen en pasado y enorgullecen en presente.

Pase lo que pase, jamás ignores tu dolor. Y recuerda, el “más vale tarde que nunca” no es válido siempre, hay veces que el pozo es tan profundo que ni la más grande de todas las escaleras puede llegar a donde estás tú.

Acepta y expulsa, no te quedes los cuchillos, es increíblemente fácil clavártelos aun más por el simple hecho de llevarlos a cuestas.

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