No te odio, pero la tristeza que viene asociada con tu daño no me deja mirarte a los ojos. A esos ojos que tanto me han querido y me quieren, a esos ojos que me traicionaron. Estoy rota por dentro, pero no necesito tu pegamento.
Me da mucha pena que nuestra paz haya terminado en guerra, pero no voy a luchar: siempre he estado en contra de las armas. Me rindo, tú ganas, aunque no sé si hay ni vencedoras ni vencidas.
Mi pena se ahoga, y yo me ahogo con ella. A veces me río, otras me olvido de todo el mundo; pero al final tú siempre te paseas por mi cabeza y empiezas a ser mi pesadilla. Al final me duermo, porque estar triste me agota y me quedo sin fuerzas al llorar.
Odio que cada pequeño detalle me recuerde a ti, pero me mata la incerteza de no saber si en tu mente sigo presente o si ya me has olvidado. Cada vez que veo el mar me acuerdo de ti, de tu memoria de pez, y de todo el aire que el mar nos dio y ahora nos quita. Pero me pregunto si cada grano de arena te recordará a mí.
No te deseo nada, porque cuando todo duele solo queda silencio. Mis quejidos lo rompen de vez en cuando, pero tú no los escuchas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario