sábado, 20 de junio de 2015

Tus novelas.

Me duele la mente de tanto pensarte, de tanto luchar contra mis demonios sin lograr convencerlos de que la esperanza es lo último que se pierde, o de que nunca hay que tirar la toalla. Me duele el alma de tanto extrañarte, de tanto buscarte cada vez que salgo a la calle, de tanto refugiarme en la vaga ilusión de que vuelvas. Me duele la noche porque siempre está sola, porque simboliza el vacío de mi ser, porque se muere lento cuando empieza a amanecer. Me dueles tú y me duele tu ausencia, me duele rogarle a la nada unos segundos de tu presencia. Me duele el mar y su manía de borrar tu nombre cada vez que lo imprimo en la arena. Y me duele su brisa, porque envuelve tu risa y se la lleva a aquel lejano lugar del que nunca regresará. Me duele hasta el respirar. Que ni vivo ni sueño, ni descanso ni lucho. Permanezco ausente, oculta entre las sombras de la noche, allí donde me encontrarán solo aquellos que saben mirar, allí te esperaré porque tú me encontrarás. Y para aquel entonces te habré escrito tantas novelas, que la primera de ella habrá quedado sepultada bajo el polvo, sus páginas amargas donde apenas se distinguirá la tinta negra sobre el fondo amarillo. Mis manos ya no sabrán escribir otra cosa que no sea tu nombre. Sobre las plumas ya gastadas yaceré porque de ellas nacieron tus letras y en ellas quiero vivir, contigo, en nuestro mundo ficticio con mi amor verdadero. Me arranqué las plumas por escribirte, porque no quería volar si no era contigo, porque mi cielo se tornó gris desde que te fuiste y ahora vivo en la noche las veinticuatro horas del día. Que ya he perdido toda esperanza en volver a ver tu alma, flotar con tu risa y volar con tu voz. Que ahora vivo de tus poemas, de sus estrofas y de sus versos; esos versos que nunca hablaron de mí. Versos de los que me alimenté hasta perder la ilusión o las ganas. Ahora yacen en mi lecho de plumas en el último rincón de aquel laberinto de libros, y me sirven de argumento para mis novelas, esas que llevan escrito entre líneas tu nombre, esas que descansarán junto a mis huesos donde nunca serán encontradas. Aquí yace la luna, rodeada de novelas, en el último rincón de este laberinto de paredes de libros. Aquí yace la luna, en El Cementerio de los Libros Olvidados. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario