miércoles, 17 de junio de 2015

Por amor.

Me limité a mirar las estrellas porque tu mirada quedaba demasiado lejos como para intentar perderme en ella. Me perdí en la oscuridad de la noche, quedándome al acecho por si decidías volver. Siempre te gustó la noche, como a Neruda o como a todo gran amante de las letras. A mí quizá más que a ti. Desde que cerraste tu corazón vivo enamorada de ella, quizá por esa manía de amar algo que me enseñaste tú, como si eso fuese suficiente para apagar el dolor de mi alma cada vez que comprueba que aun no te has decidido a abrir las puertas de la tuya. Tú y tu manía de encadenarte las heridas al alma y no dejarlas sanar al arrebatarles la libertad. Tú y tu manía de aferrarlo todo a ti, para sentirte segura, supongo. El tiempo y su manía de hacer más larga la espera. El mar y su manía de borrar nuestras huellas. Y en el fondo, allí donde ni si quiera la luz llega, está el pedazo de mi alma que aun te ama. Lo tengo esclavizado, buscando las llaves de tu castillo, tan enorme muralla que encierra un latido. Le he atado una cuerda, frágil como la porcelana, porque me da miedo que no encuentre el camino de vuelta a ti, princesa. Dile la verdad, ambas sabemos que te tragaste la llave, que borraste de tu vocabulario el verbo "amar", y que desde entonces, tu corazón, tiene un latido de más. Que en la puerta de tu alma tienes escrito "MIEDO", en mayúsculas y con la sangre de tus heridas, esas a las que negaste la ocasión de cicatrizar. Que ya no quieres a nadie y que perdiste esperanza alguna de volver a encontrar la llave. Que el acorde del dolor compone la melodía que te acompaña, y que tienes el aura siniestra de los individuos carentes de alma. Sigues siendo tú, tu mirada me lo dice, me pide a gritos que te salve, que guíe a mi esclavo y encuentre la llave, que tienes miedo a que los latidos de más, con el tiempo, pasen a ser de menos. Tranquila, el hilo de porcelana aun no se ha roto, rescataré a tu corazón antes de que quede marchito. He venido a por ti, a rescatarte de quien dices ser, a romperte las cadenas que te empeñaste en atar. He venido por mí, por hacer una locura, porque ya no tengo cura de ti. 

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