miércoles, 17 de junio de 2015

Te declaro culpable.

Quizá nos faltó tiempo para buscarnos, para mirarnos, para conocernos hasta el último rincón de nuestra alma con una mirada, para recorrer cada centímetro de nuestra piel con el suave tacto de nuestras manos. Quizá el tiempo apagó también la llama que iluminaba nuestro camino, y desde entonces andamos perdidas, a tientas, esperando que la vida nos devuelva la oportunidad que el tiempo se encargó de robarnos. Porque ni si quiera me dejó el tiempo decirte mi nombre, de estrecharte la mano o darte dos besos. A lo mejor el tiempo también secuestró a tus ganas de conceder oportunidades, ni si quiera me abriste la puerta porque no me dejaste llamar. Quizá no era el momento, ni la ocasión; no creo que sea lo mejor llamar a la puerta de nadie con mil corazas y puñales. Las heridas del alma, que ya sabes, a veces hieren para calmar su sed de venganza, a pesar de que esa sea la causa de que no cicatricen nunca. La venganza es como ese dedo que se mete en la yaga. Quizá fue el tiempo, o eso que llamamos destino, que decidió agotarse mientras reparaba mi alma con los trozos de coraza que me sobraban, y llenaba de cicatrices una hermosa mirada. Pero es que el daño es el único culpable de hacerme grande manifestándose en forma de caídas. Que las heridas que de niños son un raspón en la rodilla, de grande, se convierten en arañazos al alma, que poco a poco la desgarran y la destruyen sin intención de repararla. Que le matan las ilusiones y las ganas, y aniquilan cualquier atisbo de esperanza. Que destruye todo a su paso, sembrando el caos y el desorden, y que no le importa. Y a lo mejor mi dolor eres tú, el soñar con tus caricias y no saber ni si quiera la forma de tus manos, o soñar con tus ojos y no saber cómo es tu alma. Quizá mi dolor sea el quiero y no puedo, el miedo a no reconocer al amor cuando llame a mi puerta, o quizá miedo de que se pierda y no llegue, o que no le interese tanto como para buscar mi puerta y golpearla con los nudillos. Quizá mi dolor sea ver cómo pasa el tiempo y no poder hacer nada para detenerlo. 

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