viernes, 19 de junio de 2015

Qué bonita ella.

Qué bonita es la vida cuando le sonríes incluso en las despedidas. Qué bonita cuando dejas que te sorprenda, cuando vives el hoy y dejas que el mañana sea como quiera. Qué bonita ella cuando te inunda de alegría, cuando deseas correr, gritar, sonreír y repartir abrazos a todos aquellos que tienen un hueco en ti. Qué bonita está cuando rebosa armonía y felicidad. Cuando la felicidad es tanta que necesitas compartirla. Por eso la comparto contigo, porque has sido testigo de mis días más oscuros, en los que ni las letras me salvaban de vivir el inframundo y tu voz caía como un hilo que me guiaba por el laberinto. Qué bonita ella cuando le das un respiro, tienes paciencia y te esfuerzas, que te da la recompensa aunque no sea a través de Cupido. Qué bonita ella. Y qué bonita tú, que te alegras desde el alma, que sonríes con mi entusiasmo y que has aguantado tanto tiempo mi lado oscuro que te mereces con creces que te invite a volar conmigo. Qué bonita tú por darme un empujón y tenderme la mano, por ayudarme a salir del agujero o a continuar tras cada tropiezo, por ver el camino por mí cuando las fuerzas no me permitían ni levantar los párpados, por confiar en mí cuando yo había olvidado hasta mi nombre. Qué bonita tú, por no perder la fe en lo que haces, por seguir luchando a pesar de los fracasos, por llenarnos de esperanzas cuando habíamos tirado la toalla, por no rendirte nunca y cumplir con tu labor desde eso que algunos llaman alma y otros corazón. Qué bonita esa rosa que por tu risa no marchita, o esa marea que respeta tu huella y deja que siga junto a la mía, o esa brisa que ya no me roba tu esencia y me complace con tu presencia. Qué bonita ella y qué bonita tú, que has decidido leer en la luna los mil mensajes que escribí para ti y desde entonces he podido volver a dormir. Qué bonita ella, que por cada caída me ha regalado un momento de gloria, y qué bonita tú por querer vivirlos a mi lado. 

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