jueves, 31 de diciembre de 2015

Por cada cerveza, una bala.

Beberme una cerveza sin ti, y dos y tres y las que hagan falta para ahogar los recuerdos; esos que siempre salen a flote. Dejar los casquillos vacíos y en mi alma, tantas balas como cervezas terminadas. Notar ese placentero sabor amargo arañándome la garganta, emborrachándome de algo más que de ti.

"Buenos días", me dirá mañana la resaca, recordándome que hace semanas que no despierto junto a ti, que no son tus labios el primer bocado del día y que tampoco es tu sonrisa la primera compañía. Y no vendrá sola. Traerá consigo un dolor de cabeza tan intenso que incluso tus recuerdos quedarán aun más marcados. Y entonces volveré a beberme las frías balas que me acompañan y cambiarán las tornas: esta vez serán las penas las que me ahoguen a mí; aunque quizá sea lo que siempre han estado haciendo.

Quizá el estómago también se resienta y duela, notando la ausencia de las mil mariposas que tenías guardadas dentro de él, sintiendo la tristeza que decidió ocupar el lugar de las risas que me provocaban tus cosquillas. Quizá la vida me pese un poco más cuando me despierte y quizá me arrepienta de haberme embriagado bajo el pretexto de olvidarte. Y yo misma me llamaré estúpida por no aprender que aferrarse a un clavo ardiendo termina quemando.

Vuelve pronto, quizá algún día se me acaben las balas y ya no tenga vidas para intentar curarme las heridas. Aquí te espero, coleccionando los casquillos de las balas que, a pesar de estar matándome, consiguen mantenerme viva.

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