martes, 12 de enero de 2016

Quizá, tal vez, a lo mejor.

Ojalá fuese tan fácil como cerrar los ojos para dormir. Ojalá fuese tan fácil apagar el motor de mis sueños e ir a visitar a Morfeo. 

Cuanto más me empeño en dormir, más consigo soñarte. ¿Qué maldita ley azarosa rige estas cosas? 

Dicen que tardamos siete minutos en quedarnos dormidos y que, durante esos siete minutos, pensamos en las cosas que nos han pasado durante el día. Entonces... ¿por qué te dibujas en el negro que forman mis párpados al caer si ni si quiera te has dibujado con los primeros rayos del sol? ¿Qué clase de tortura es esta? 

Quizá sea todo una cuestión de esperar, una cuestión de fijar la vista en nuevos horizontes y olvidar que, en algún momento, las olas me impidieron disfrutar del mar. Quizá sea todo cuestión de echar a andar sin más excusa que perderte, esperando que la marea borre tus huellas y el viento siembre tempestades allí donde dejaste tu calma.

Tal vez deba bailar al son de mis latidos, escuchar los susurros de cada uno de mis suspiros, callar mis demonios con un poco de tinta y cortar sus alas con la pluma con la que convierto sangre en versos. Tal vez deba llorarle a la mañana, sonreírle a la noche y hablarle al espejo. Tal vez deba apagar la radio y acabar, para siempre, con la emisora que hice de mis pensamientos.

A lo mejor solo tengo que vaciar una vida que ya está vacía para poder llenarla de nuevo, secar el vaso para asegurarme de que no queda ninguna gota y después romperlo, para que no haya más vasos por colmar.

Quiza, tal vez, a lo mejor, solo debo dejar de quererte.

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