miércoles, 20 de enero de 2016

Cada fin es un principio.

Algún día nos iremos, no sé si juntas o separadas, solo sé que nuestro sendero bifurcará en algún momento y me veré obligada a retomar mi camino sin ti. Y conociéndome, seguro que el camino que escojo es el de la desdicha, el de añorarte más y más con cada paso, el de las almas en pena y, por ende, la poesía. Conociéndome seguro que escojo el de la tormenta, seguro que elijo ver siempre los mismos árboles quemados, seguro que decido andar por el camino de las almas en pena. 

Algún día te veré marchar, veré tu espalda caminar mientras se aleja y no podré volver a perderme en el mundo que suponía para mí tu cuerpo. Recuperaré el norte perdiendo el sentido. Recuperaré las noches y quizá las musas también, pero te habré perdido a ti. 

Así como algún día lo perderé todo, hoy no he perdido nada. El bosque que estamos haciendo cenizas de tanto querernos, sigue tintado del color de la esperanza; la oscura noche en la que he decidido vivir, sigue contando con tu luz y con la luna; y el lago que acabaremos por hacer acantilado, sigue guardando en su fondo las piedras rana que cada día le lanzamos. 

Sé que algún día te irás, o quizá sea yo la que se vaya. Sé que, en algún momento, la cuerda sobre la que deambulo acabará siendo mi soga y que el aire del que tanto me quejo será el que un día me falte.

Sé que todo tiene fin y que cada fin es un principio, que todo lo que nace muere y que la muerte es la única que durará para siempre.

Por eso quiero darte un beso por cada minuto que paso contigo, por eso me encanta hundir mi cara en tu pecho y que abraces cada hueso de mi cuerpo. Por eso te quiero, porque quizá mañana ya no tenga oportunidad de hacerlo.

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