viernes, 8 de enero de 2016

Noche también es arte.

He salido a pasear de noche con la excusa de enseñarle el mundo a una mascota, cuando en realidad he salido a buscarte. Y he salido a buscarte aun a sabiendas de que no te voy a encontrar.  Por no encontrar no encontré ni una vida, fíjate. Y no, no era tarde. ¿Por qué se empeña el mundo en dejar a la noche sola incluso cuando ni la luna la acompaña? ¿Por qué, sin embargo, el día nunca está solo aunque las nubes se coman al sol? Quizá porque la noche es tan bonita que asusta, quizá porque sonríe con tanta fuerza que solo los valientes se atreven a explorarla. Quizá me atreví porque mi alma también está sola desde que te fuiste. 

¿Sabes? Deberías darle una oportunidad a la noche. Quizá no muestre su todo al completo, quizá se muestre oscura y misteriosa, quizá difumine todas sus formas y te ponga difícil eso de quererla. ¿Te digo un secreto? Solo tienes que mirar más allá. Es todo cuestión de pararte, sonreír y observar. De sentir cada misterio como si fuera tuyo, de respirar insinuaciones e imaginar qué hay detrás de un poco de luz entre tanta sombra. La noche es bella, solo tienes que darle tiempo y mirar a través de sus ojos.

El problema para muchos es que apenas tiene luz y no ves por donde pisas. Te diré una cosa: la luz se la pones tú cuando la miras. Solo es cuestión de levantar la cabeza y mirar más allá de una acera o de una carretera. La noche es testigo de los besos más sinceros, de almas que esperan a que el sol se esconda para brillar; de sonrisas sinceras.

Insinúa pero no enseña, llama pero no a gritos, sugiere pero no obliga. La noche te abre las puertas; eres tú quien decide si quieres entrar.

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