sábado, 23 de enero de 2016

Me gustaría.

Me gustaría dibujarte y que al acabar, fueses uno de esos dibujos que se pierden en el fondo de un cajón cualquiera, que el paso del tiempo amarilleara el papel y al final, de tanto verse solos los colores, se fueran también dejando el folio vacío de ti.

Me gustaría escribirte una canción para que, después de cantada, la lluvia se apoderase de mi mundo, mojase las cuerdas de mi guitarra y borrara los acordes que una vez bailaste. Me gustaría que esa canción fuese muda para que nadie pudiese escucharla y comprender el dolor de mi alma. Me gustaría que esa canción fuese muda para que baile el silencio solo, marginado, y que no haya ni un solo testigo de su actuación. 

Me gustaría mirar tus ojos sin que estos me atrapen, sentir el tacto de tus suaves manos sin estremecerme y que la piel no se me erizase cada vez que tus brazos deciden estrechar un poco mi vida. Me gustaría abrirme a ti, quizá no solo de corazón, que te adueñaras aun más de mí, que fueses la cuerda que hace tiempo perdí, esa cuerda que tanto necesito para que mi reloj vuelva a vivir.

Me gustaría ser valiente, saber apretar los dientes y aguantar las mil heridas y los mil tropiezos. Me gustaría que tu aliento me alentase a la locura, que tus labios me quemasen en la boca, que tu voz me adormeciese y volver a ser la niña que duerme en la cuna. Me gustaría que mi cama fuese tu cuerpo; mi manta, tus brazos; y mi comida, tu sonrisa.

Me gustaría ser el sueño del que nunca quieras despertar, la ilusión que te mantiene luchadora pese a haber perdido las batallas y la guerra, la fe ciega que te hace trepar montañas dejándote las estrellas al alcance de la mano.

Me gustaría que fueses tú ese algodón al que tanto me aferro.

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