jueves, 26 de julio de 2018

Calma, liberación.

Si algo estoy aprendiendo es que no hay que buscar, hay que fluir y dejarse encontrar. La paz, la tranquilidad, la claridad interior... Todas esas cosas intangibles, inmateriales, etéreas... ¿Para qué centrarse en buscar con los ojos una cosa que no se ve?

La calma no lleva comas, no se escribe, no se pide. Llega, como una bocanada de aire fresco en mitad de un incendio; como avistar tierra firme desde una patera a la deriva; como el rayo de sol que invita al arcoíris a jugar con la tormenta.

Estoy tranquila porque después el huracán he sabido andar sin ti, descolgarme la mochila con los escombros de nuestro edificio, construir mi casa con vistas al mar y llenarla de ventanas sin cristales: por mucho que cierres mi puerta, jamás acabarás con mi luz. 

No navega quien tiene un barco, sino quien tiene un mar - como diría Elvira Sastre. Y ella, o sea yo, "lleva el mar entero en los ojos". 

Y ahora me pregunto yo: si llevo el mar entero en los ojos, ¿qué me hace pensar que no cabe en él tu recuerdo?

Pero tu recuerdo flota, protegido por un bote de cristal. Y yo, mientras tanto, solo le pido a mi paz que no se esconda cuando la deriva de mi olvido te guíe de nuevo hasta mi playa.

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