No merece la pena luchar por una esperanza que desaparece
cuando abres los ojos. No merece la pena parar balas por quien las dispara,
esquivar cuchillos por quien los lanza y sangrar por las heridas que nunca
fueron mías.
No merece la pena quedarme sentada en el andén, soportando
el frío de la lluvia empapando cada centímetro de mi cuerpo, en una estación en
la que nunca sale el sol, en la que los poetas se reúnen y le escriben a la
soledad. No merece la pena quedarme sentada en el andén de tu estación, esperando
un tren que ya partió y que nunca volverá. No merece la pena esperarte.
Al final tendrán razón todos aquellos que me dijeron que un
clavo saca a otro clavo, que si pasar de página no funciona la solución es cambiar
de libro y que hay más peces en el mar. La cuestión es olvidar, pero no es tan
fácil. No es tan fácil cerrar la puerta a un sentimiento, hacer como que no te
duele su ausencia, como que no te importa cuando es en lo único que piensas.
Al final será que no quiero olvidarte y no que no puedo, que
no quiero pasar página o cambiar de libro, que quiero perseguir imposibles y
saltar al precipicio sin hacerme un rasguño. Desde hoy me digo: basta de
excusas.
Se acabó. Quiero olvidarte y sé cómo hacerlo. Ya me he dado
de bruces con la realidad, ya he despertado del sueño del que no quería
despertar, ya estoy lista para dejar de esperarte. Ya no quiero esconder
tu nombre en un verso, ya no quiero dejarle a la luna mil mensajes para ti, ya
no quiero quererte y ya no tengo por qué hacerlo.
Quién no arriesga no gana, pero una retirada a tiempo
también es una victoria.
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