martes, 8 de septiembre de 2015

No merece la pena.

No merece la pena luchar por una esperanza que desaparece cuando abres los ojos. No merece la pena parar balas por quien las dispara, esquivar cuchillos por quien los lanza y sangrar por las heridas que nunca fueron mías.

No merece la pena quedarme sentada en el andén, soportando el frío de la lluvia empapando cada centímetro de mi cuerpo, en una estación en la que nunca sale el sol, en la que los poetas se reúnen y le escriben a la soledad. No merece la pena quedarme sentada en el andén de tu estación, esperando un tren que ya partió y que nunca volverá. No merece la pena esperarte.

Al final tendrán razón todos aquellos que me dijeron que un clavo saca a otro clavo, que si pasar de página no funciona la solución es cambiar de libro y que hay más peces en el mar. La cuestión es olvidar, pero no es tan fácil. No es tan fácil cerrar la puerta a un sentimiento, hacer como que no te duele su ausencia, como que no te importa cuando es en lo único que piensas.

Al final será que no quiero olvidarte y no que no puedo, que no quiero pasar página o cambiar de libro, que quiero perseguir imposibles y saltar al precipicio sin hacerme un rasguño. Desde hoy me digo: basta de excusas.

Se acabó. Quiero olvidarte y sé cómo hacerlo. Ya me he dado de bruces con la realidad, ya he despertado del sueño del que no quería despertar, ya estoy lista para dejar de esperarte. Ya no quiero esconder tu nombre en un verso, ya no quiero dejarle a la luna mil mensajes para ti, ya no quiero quererte y ya no tengo por qué hacerlo.


Quién no arriesga no gana, pero una retirada a tiempo también es una victoria. 

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