Jodida manía esa
que tengo de olvidarme cada pequeño gesto que me regalas y cada gota
de ese tiempo que tan poco tienes y tanto me entregas. Estúpido miedo
que tengo a perderte, miedo que me impide no disfrutar de cada
momento que vivimos, de cada mirada que me brindas y de cada pedazo
de mi alma que completas con tu risa. Y es que estás, ahí, no te
puedo pedir más cuando ya me lo estás dando todo.
Egoístas por
naturaleza, así somos los humanos; que teniéndolo todo queremos
tener más, y llega un momento en el que, de tanto estirar la goma
acaba rompiéndose y golpeándonos en la cara. Y es que perderte sin
haber disfrutado cada segundo contigo sería como si mil gomas elásticas se rompiesen al mismo tiempo y me golpearan con la fuerza
suficiente como para perderme el resto de la vida que me queda por
vivir.
Quiero hacerlo, por
ti, pero sobre todo por mí. Quiero disfrutar de cada instante del
hoy y que me dé igual el mañana; quiero reír como si se me fuese a
acabar la vida en este puto momento, y si mañana me toca llorar sé
que cuento con tu hombro, querida. Se queda corta la tinta que pueda
gastar en darte las gracias, en decirte que mi camino, y desde que
cuento contigo, cuenta con las mejores vistas de este puto planeta.
Que me has hecho
cambiar el chip otra vez, cambiar un “no puedo” por un “voy a
hacerlo”, me has devuelto las ganas por seguir luchando, por seguir
dando el máximo de mí en cada momento. Y es que joder, voy a
hacerlo, al igual que tú. Nadie, me oyes, nadie, nos dirá nunca que
no podemos lograrlo, y mucho menos nos lo diremos tú y yo. Somos
capaces, yo creo en ti tanto como tú crees en mí.
Gracias por
completar mi vida, por ayudarme a salir de este laberinto en el que
había convertido mis días, por mostrarme esa luz al final del túnel.
Hoy alzo mi copa,
quiero brindar contigo: por ti, por mí y por esas metas que vamos a
cumplir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario